- Por Víctor Pavón
La libertad tiene altas y bajas. Los países con más libertad individual prosperan y los que no se estancan o retroceden. Los estudios así lo dicen. A más Estado menos prosperidad y a menos Estado más progreso.
Una mayoría de personas, sin embargo, todavía considera al monopolio estatal como necesario, caso contrario, dicen que estaríamos en la ley de la selva. La realidad fue diferente. Fue la era del laissez faire ( 1730 a 1930) el que sacó de la pobreza a millones de personas y lo hizo prácticamente sin el poder gubernamental.
Luego, nuevamente la libertad individual fue acorralada por la gran burocracia y la democracia terminó siendo lo contrario de lo que se dijo: no es del pueblo, ni para el pueblo ni con el pueblo.
El capitalismo liberal si bien sobrevive con algunos de sus rasgos, en la actualidad se encuentra amenazado.
El socialismo científico de Marx y Engels (1848) fue el comienzo de un movimiento intelectual para instaurar el colectivismo contra la libertad. Fue así que se dejó a un lado al individuo y el Estado fue puesto en un pedestal. Hecho esto, los políticos y burócratas se convirtieron en la nueva monarquía.
El Estado es y será lo que siempre fue. Un monopolio que crece sin parar y como todo monopolio no permitirá sea amenazado. Hoy le cuesta a la gente mucho más que hace solo 10 años atrás.
Todo pasa por la intervención estatal. El Estado presta servicios con el dinero del esfuerzo de los demás para otorgar educación, salud, justicia y otros. Pocos se preguntan: ¿por qué los particulares no podrían prestar mejor esos servicios?
Aún disponiendo de las multimillonarias sumas de dinero de los contribuyentes que se elevan cada año sin contra prestación ni rendición de cuentas, el resultado es desastroso. El Estado se volvió epicentro de la vida misma, todo gira alrededor de él.
Si una organización ostenta el monopolio de la fuerza para disponer a su conveniencia del dinero de la gente, entrometiéndose en asuntos como la libertad y la propiedad de las personas, entonces esa organización con sus intromisiones tienen un solo nombre: tiranía.
La tiranía de este siglo no será de las cadenas físicas de antaño, pero sí una forma de imponer una forma de servidumbre al que pocos prestan atención.
La tiranía es contrario a la naturaleza del hombre que nace con derechos naturales anteriores al Estado. La vida, la libertad y la propiedad son derechos sagrados y por ellos se hicieron gloriosas revoluciones. (*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Faro. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.
Una mayoría de personas, sin embargo, todavía considera al monopolio estatal como necesario, caso contrario, dicen que estaríamos en la ley de la selva. La realidad fue diferente. Fue la era del laissez faire ( 1730 a 1930) el que sacó de la pobreza a millones de personas y lo hizo prácticamente sin el poder gubernamental.
El Estado es y será lo que siempre fue. Un monopolio que crece sin parar y como todo monopolio no permitirá sea amenazado. Hoy le cuesta a la gente mucho más que hace solo 10 años atrás. Todo pasa por la intervención estatal. El Estado presta servicios con el dinero del esfuerzo de los demás para otorgar educación, salud, justicia y otros. Pocos se preguntan: ¿por qué los particulares no podrían prestar mejor esos servicios?