• Por Josefina Bauer
  • Socia del Club de Ejecutivos del Paraguay

Hace unos años, me llamó la CEO de una empresa porque tenía que hablar en un congreso y sufría de pánico escénico. Recuerdo que pensé: “Bueno, le debe de costar un poco hablar frente a un público… todos, de alguna manera, sentimos cierto temor cuando nos subimos a un escenario”. Pero lo que nunca imaginé es que su pavor era real.

Empezamos a trabajar en su discurso. Preparamos un PowerPoint impecable. Una semana antes del evento comenzamos las prácticas. Y ahí estaba ella, temblando. Se le quebraba la voz, le costaba respirar y su corazón latía acelerado. A medida que iban pasando los días la situación empeoraba, sentía temor y afloraron los nervios.

Como coach en oratoria, me sentía angustiada. Sabía que, por más que practicáramos, no iba a poder dar una buena charla si el miedo seguía dominándola. Su temor no solo haría que su voz temblara, sino que iba a impedir la conexión con su audiencia. Así que, el día previo al congreso, le propuse hacer una locura: en lugar de ocultar su miedo, le dije que lo expusiera. Y que al empezar su presentación confesara a todos lo que estaba viviendo. Que les dijera, sin filtros, que sufría de pánico escénico, pero que, aun así, estaba ahí porque tenía algo importante que compartir.

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Y ASÍ LO HIZO

El resultado fue sorprendente. La gente dejó de fijarse en su “mala manera de exponer” y se conectó con su mensaje. La escucharon. No por su técnica, sino por su autenticidad. Porque cuando alguien se atreve a mostrarse vulnerable, ocurre algo poderoso: la conexión.

Vivimos en un mundo donde la vulnerabilidad se ve como debilidad. Donde todos intentamos proyectar una imagen de seguridad, de éxito, de control absoluto. Pero la verdad es que ser vulnerable no es sinónimo de ser débil. Todo lo contrario. Quienes se permiten ser vulnerables frente a los demás son quienes tienen la gran fortaleza de aceptarse tal como son.

Todos somos vulnerables en alguna arista de nuestras vidas. Admitirlo significa autoestima. Porque no saber hablar en público no te hace un mal profesional o mediocre. No dominar un escenario no significa que uno no sea brillante. Cuando nos mostramos tal cual somos, generamos conexión y empatía. Porque las personas que nos escuchan también tienen sus propias inseguridades, sus errores, sus miedos. Y en esa honestidad, en esa transparencia, es donde nace la verdadera comunicación.

Cuanto más perfectos queremos parecer, más inalcanzables nos volvemos. Y nadie se conecta con la perfección. Se puede admirar, sí, pero no conectar. Y si queremos ser líderes, necesitamos que primero conecten con nosotros. Solo entonces escucharán nuestro mensaje.

Eso fue exactamente lo que le pasó a mi clienta. No fue la mejor exposición del congreso, pero logró algo más valioso, todas las personas en esa sala la escucharon, hicieron empatía con ella. Y lo mejor de todo es que, después de la charla, ganó varios clientes, porque la autenticidad es magnética.

Cuando hablamos en público, ya sea en un congreso, en una presentación interna o en una reunión con clientes, el primer paso no es solo hablar, sino conectar. No se trata de poner PLAY y repetir un guión, se trata de llegar a la mente y al corazón de quienes te escuchan. Y la manera más poderosa de hacerlo es siendo genuinamente la persona que sos.

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