• Por el Hno. Mariosvaldo Florentino
  • Capuchino.

Jesús en este evangelio participa en un momento muy especial de la vida de aquellos pobres pescadores. Ellos habían trabajado la noche toda y no habían pescado nada. Seguramente estaban cansados, tristes, frustrados y preocupados. ¡Toda una noche de fatiga! ¡Tanto esfuerzo en vano! Y para ellos la pesca no era un hobby, sino que era su fuente de vida. Cuando ellos ya estaban lavando las redes para después ir a sus casas con las manos vacías, Jesús les hace una propuesta: “Remad mar adentro, y echad las redes para pescar”.

De lo que podemos comprender a partir del texto, durante el día no era el tiempo propicio para la pesca. Ellos lo hacían siempre por la noche. Por eso, la indicación de Jesús parecía por lo menos una propuesta muy extraña. Y después ¿qué es lo que él podría entender de pesca? Ya que era un sencillo carpintero y para más de Nazaret, una ciudad lejana del mar.

Sin embargo, ellos ya habían escuchado sus palabras. De hecho, Jesús había predicado a toda la gente allí al borde del mar, sentado en la barca. Y como sabemos: la fe nace de la predicación.

Simón aún no conocía a Jesús, pero mientras lavaba las redes lo había escuchado. Seguramente en su corazón ya advertía que Jesús era mucho más que un solo carpintero, aunque él no había hecho ninguna señal milagrosa. Simón tenía ya algo que lo movía a hacer caso a Jesús. No eran los milagros, sino la fuerza de su palabra. Por eso, aunque expresa la contrariedad, acepta obedecer. “Maestro, hemos trabajado toda la noche sin pescar nada, pero, por tu palabra echaré las redes”.

Es interesante guardar los detalles: ellos están cansados y frustrados, trabajaron la noche toda y Jesús aún les pide para remar mar adentro. Pide para llevar la barca a la parte más profunda. Todos podemos comprender que después de la fatiga de la noche, de nuevo remar mar a dentro, es algo muy exigente. Y una vez llegados allá, deberían echar las redes, que ellos ya habían lavado. Es sin dudas un gran riesgo cumplir lo que Jesús les está pidiendo. Pueden de nuevo perder el viaje, y aun ensuciar nuevamente las redes. De hecho, escuchar a Jesús implica siempre un riesgo en nuestra vida.

Por otro lado, alguien podría preguntar ¿por qué Jesús no ordenó a los peces que vinieran allí cerca de la barca? Pues ya que estaba dispuesto a hacer un milagro, podría hacerlo así. La respuesta es simple: porque a toda donación de Dios corresponde un esfuerzo del hombre. Lo que Dios nos ofrece es siempre gracia y a la vez conquista. El Señor está dispuesto a hacer el milagro, pero los hombres deben estar dispuestos a remar hasta las aguas profundas y allí echar las redes. El milagro cristiano sucede cuando la gracia de Dios encuentra el hombre disponible a colocar su esfuerzo.

Extraño este modo de actuar de Dios. En la frustración, en el cansancio y en la tristeza, él pide que envés de huir del mar, de abandonarlo, que remen mar adentro, que vayan a la profundidad, pues es allí que él quiere manifestar su providencia, su presencia y su gracia. Tal vez sea por eso que tantas veces sentimos poco la presencia de Dios en nuestras vidas: pues en la crisis, en la dificultad, en la experiencia frustrante, queremos de pronto abandonar todo. Con mucha facilidad nos damos por vencidos. Sin embargo, Dios nos invita a remar mar adentro, a ir hacia lo profundo.

Ciertamente, si somos capaces de hacerlo, si somos capaces de correr este riesgo, si de hecho confiamos en su palabra, entonces daremos las condiciones para la intervención milagrosa de Dios. Él nos dará mucho más de lo que originalmente estamos esperando. “Así lo hicieron, y pescaron tantos peces que las redes estaban por romperse”.

El Señor te bendiga y te guarde,

el Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.

El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.

Etiquetas: #Jesús

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