DESDE MI MUNDO
- Por Mariano Nin
- Columnista
Estaba sentado en el cordón de la vereda cuando las luces del semáforo cambiaron y con un ágil salto se levantó. Un fino traje, derruido pero pulcro, y un gran sombrero hicieron que le prestara atención. Entonces comenzó su función.
En el paseo central sonaba una música estridente que te obligaba a seguir sus pasos. Fueron segundos, pero parecieron eternos. Cerró sus manos vacías y cuando las abrió una paloma movía lentamente sus alas.
La metió dentro de un viejo sombrero, pero al darlo vuelta… pufffff… desapareció. ¿Cómo lo hizo? Los magos nunca cuentan sus trucos, pero me transportó a mi infancia y en esos segundos eternos fui feliz.
Unos niños en un auto frente al mío miraban asombrados y estallaban en aplausos y alegría, el padre (supongo que era el padre) al verlos se apresuró a sacar unas monedas que los niños con una sonrisa le dieron al mago.
Hacía un calor impresionante y el cemento hervía como el mismo infierno. Las luces cambiaron, el artista volvió al cordón, y el ruido de los autos llenó de realidad ese momento mágico.
Entonces me quedé pensando. Fue un valioso intercambio de monedas, que de seguro no pagarán lo que merece su arte, pero al terminar el día este chico se sentirá orgulloso de haberse ganado el pan con una función que a muchos les alegró un momento. Las calles están llenas de magia.
Basta recorrer las grandes ciudades para conocer a ese ejército de artistas callejeros que se ganan la vida regalando momentos de felicidad. Desde malabaristas a talentosos bailarines. Desde magos a talentosos dominadores de pelotas.
Los semáforos siempre cuentan historias si miramos con los ojos del corazón. Solo que la vida nos presiona a mirar a otro lado, a no ver la belleza en las cosas simples.
En los semáforos no solo hay extorsionadores con un escurridor que te esperan desprevenido para derramar un poco de agua sucia en tu parabrisas y obligarte con una mirada inquisidora a darle unas monedas que no se ganaron.
Por eso te invito a cambiar tu perspectiva. A mirar esos momentos que te mantienen entretenido y dar esas monedas que no van a cambiar tu situación financiera. Hay cientos de personas que no tienen teatro, pero de los que vos sos su público. No te piden nada, pero están trabajando. Ganándose la vida en ese fugaz cambio de luces y esperando llevar unas monedas que le permitan vivir honradamente.
El arte siempre será arte si te despierta un sentimiento, te mantiene entretenido o te roba una sonrisa o una emoción. Hacer que alguien te preste atención es un don que solo tienen las personas limpias de corazón.
Hoy, si leíste esta historia y te detenés en un semáforo, intentá mirar con otros ojos y hacé del mundo un lugar mejor… aunque solo sea por unos segundos de felicidad.