- Por Juan Carlos Dos Santos G.
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A menos de una semana de su arribo por segunda vez a la Casa Blanca, Donald Trump está dando muestras de que este segundo periodo que le toca dirigir al país más poderoso del mundo será diferente del primero en cuanto a las acciones decididas que está llevando a cabo la nueva administración.
El mandatario colombiano Gustavo Petro comprobó en carne propia que Trump está convirtiendo en realidad su discurso, al menos en esta primera semana y los deportados, delincuentes ilegales, como él mismo los llama, ya son una gran realidad.
Dos aviones militares abarrotados de ciudadanos colombianos y quienes habrían cometido algún delito o crimen dentro de los Estados Unidos tuvieron la “prioridad” del pase de abordaje para el retorno a tierras cafeteras.
Petro quizo jugar de bravucón, y si bien Colombia tiene un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, es uno de sus principales aliados y en su territorio alberga bases militares de ese país, a Trump no le tembló el pulso para ordenar la suba de los aranceles a productos colombianos en un 25 % de manera inmediata y posteriormente, en el transcurso de esta semana, eso se iría incrementando hasta el 50 %.
Además de otros tipos de sanciones, Trump ordenó el cierre de la sección que emite visas en la Embajada de EE. UU., en Colombia, por lo que todos aquellos que tenían ciertos planes para viajar de manera legal a EE. UU. quedaron en el más absoluto desamparo.
Los deportados, al menos en esta primera parte, no son de manera azarosa. Todos ellos o bien esperan su turno detenidos por haber cometido algún delito o ya cuentan con antecedentes.
Petro, el exguerrillero del M19, se escudó en la diatriba de los derechos humanos para intentar justificar su molestia y como en el ajedrez, Petro quiso intercambiar pieza por pieza, pero como dice el refrán: “fue por lana y salió trasquilado”.
Confiado en que el 27 % del café que se consume en Estados Unidos es de procedencia colombiana (es solo uno de los rubros que ponemos de ejemplo), provocaría escasez, suba de precio y rechazo a la decisión de Trump; intentó hacer lo mismo, amenazando con subir los aranceles para los productos norteamericanos.
“No permitiremos que el Gobierno colombiano viole sus obligaciones legales con respecto a la aceptación y el regreso de los criminales que forzaron a entrar en Estados Unidos”, publicó Trump en su sitio de redes sociales, subiendo la apuesta de la primera confrontación arancelaria.
“Puede con su fuerza económica y su soberbia intentar dar un golpe de estado como hicieron con Allende”, agitó Gustavo Petro a sus seguidores en redes sociales.
No habían pasado ni 12 horas de que el presidente colombiano inflara su pecho para enfrentarse al gran país del norte, que por cierto ya no está dirigido por la candidez de los demócratas actuales, cuando Luis Gilberto Murillo, el canciller colombiano dijo: “Hemos superado el impasse con el Gobierno de Estados Unidos y seguiremos recibiendo a los colombianos y a las colombianas que retornen en condición de deportados garantizándoles las condiciones dignas como ciudadanos sujetos de derechos”. Fin del comunicado. Petro se había convertido de manera instantánea en un pragmático jefe de Estado.