• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político.

El globalismo es un término político que refiere a la forma del dominio y gobernanza sobre los hombres por parte de organizaciones y regímenes políticos supranacionales. Aboga por subordinar el poder de los Estados nacionales a organizaciones supraestatales. En gran medida, se nutre del progresismo y el wokismo. Ojo, no es globalización. Supone el más ambicioso proyecto de ingeniería social y control total que está en curso. Su base fundamental son organizaciones muy poderosas como el Foro Económico o la ONU con su agenda 2030. Propone nuevos mecanismos de legitimidad como la supuesta filantropía de organizaciones como la Fundación Gates, la Open Society de George Soros o la Fundación Rockefeller.

Bastante tiempo atrás, intelectuales y políticos paraguayos como Carlos Antonio López, Natalicio González, Ricardito Brugada, Juan B. Gill, Telémaco Silvera, Juan León Mallorquín, Roberto L. Petit, Juan E. O’Leary, Carlos Miguel Jiménez, Ignacio A. Pane, Pedro P. Peña, Saro Vera y otros más fueron moldeando lo que hoy llamo la paraguayidad. Sus libros, cartas y discursos son un tesoro tan poco explorados en la actualidad a pesar de ser de una vigencia absoluta. Estos deberían ser parte indispensable del programa de lectura de nuestros hijos en escuelas y colegios. Porque en el fondo, la guerra contra el globalismo se trata de quién logre tener preponderancia en lo cultural. Y cuando hablo de cultura, no hablo solo de arte, que es apenas una pequeña porción.

Esto, por lo que se ve, es algo que aún no se logra dimensionar. En estos días en los que muchos se autoperciben como analistas o asesores cuando en realidad son opinadores de sucesos, generalmente con un guion preestablecido y basados en tendencias en redes se opta por lo instantáneo, por la frivolidad y lo farandulesco y no por ir a la profundidad. No está mal, pero es absolutamente inocuo e insuficiente ante el avance del globalismo y de los recursos con los que cuenta.

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La paraguayidad refiere a la forma de ser misma del paraguayo. Con su identidad, como piensa y siente, sus expectativas, conversaciones, preocupaciones, su pasado y presente. Pero principalmente sobre aquello que le genera emoción, esperanza, sus sueños, el futuro y la libertad. La nueva derecha conservadora tiene enormes desafíos en ese sentido, el globalismo hizo un minucioso trabajo ocupando todos los espacios posibles desde donde desarrolla su agenda. A veces de manera más abierta y otras de maneras más sutiles.

Estas discusiones y planteamientos hay que hacerlas ahora. Y no con tibieza ni actitudes vergonzantes. Ser hoy de derecha es sinónimo de rebeldía, una tarea asignada a patriotas que quieren lo mejor para el Paraguay. Una labor que la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, debe tomar con disciplina, constancia y templanza. Con la cabeza fría para planificar y con el corazón caliente para ejecutar.

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