• Por Josefina Bauer
  • Club de Ejecutivos del Paraguay

Tenía una reunión con un posible cliente a las 10 de la mañana. Era viernes y llovía. Sabía que el clima y el tráfico podían jugarme en contra, así que me preparé con tiempo. Salí con margen suficiente para llegar tranquila, sin estrés. Pero cuando me senté en el auto para arrancar, noté algo que cambió todos mis planes: la rueda estaba baja.

De un momento a otro, todo lo que había planificado con tanto cuidado se desmoronó. Mi organización, mi puntualidad y la sensación de control absoluto se esfumaron. Un pequeño detalle, aparentemente insignificante, fue suficiente para poner a prueba toda mi preparación.

¿Cuántas veces nos pasan cosas similares en nuestra vida laboral?

Pasamos horas armando análisis, diseñando presentaciones, pensando en cada detalle. Y “justito” en el momento crucial, nos hacen una pregunta que no previmos o nos consultan sobre un dato que no controlamos, que no está correcto y hace que el resultado sea erróneo. En un segundo, todo el esfuerzo que hicimos parece desmoronarse por algo que no anticipamos.

La rueda baja del auto, ese “pequeño detalle”, no solo me obligó a replantear toda mi logística, sino que también me recordó algo esencial: la importancia de los imprevistos. En nuestras vidas, los imprevistos no son la excepción, son la regla. Lo que realmente nos diferencia como profesionales es la manera en cómo los enfrentamos: ¿Nos frustramos? ¿Nos justificamos? ¿Nos desafiamos a mejorar? ¿Aprendemos?

Busqué una solución rápida a mi problema pidiendo el auto prestado a mi hija que estaba haciendo home office y cambié el enfoque de frustrarme o enojarme por hacerme cargo de la situación, avisando al cliente que llegaría tarde y mientras tanto pidiendo asistencia para que me solucionen la rueda pinchada.

Estos son los momentos donde la diferencia no se da por evitar los imprevistos, sino por la capacidad para enfrentarlos con soluciones prácticas y mantener la calma.

Lo mismo ocurre con nuestras presentaciones. Podemos preparar los análisis más minuciosos e incluso algo puede fallar. El dato que olvidamos controlar o consultar el motivo por el cual varió, la diapositiva que no cargó bien, un cargador de la computadora olvidado o una pregunta inesperada que no habíamos considerado.

No podemos eliminar los imprevistos, pero sí podemos minimizar su impacto con un plan de contingencia y con una actitud abierta al cambio. En vez de ponernos a la defensiva, podemos aprender y mejorar en cada presentación.

Llegué 10 minutos tarde a la reunión, pero me enfoqué en el cliente, en sus necesidades y en cómo podía agregarle valor, entregando mi mejor versión como profesional, dejando atrás el inconveniente para dar lo mejor de mí frente a los demás.

Esta situación me hizo aprender una lección importante: los pequeños detalles importan, pero nuestra capacidad de reaccionar ante ellos es lo que realmente marca la diferencia.

En cada reunión o presentación, la clave está en aceptar que no podemos controlar todo, pero sí podemos prepararnos para responder de manera efectiva. Lo importante no es evitar a toda costa los inconvenientes (que sería imposible), sino aprender de cada uno de ellos para evitar que se repitan. Cuando nos suceden siempre las mismas cosas, cuando cometemos los mismos errores, o cuando seguimos preparando los análisis sin tomarnos el tiempo de revisar esos datos clave sobre los que podrían consultarnos, estamos dejando pasar una oportunidad de mejorar. Dicho de otra forma, es como salir a la ruta sin tomarnos el tiempo de calibrar las cubiertas y revisar su estado.

Cada tropiezo nos presenta la oportunidad de ser resilientes, mantenernos enfocados y aprovechar la experiencia para crecer como profesionales. Pero eso requiere voluntad de cambio. Hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes, nos estanca en una zona de confort que a la larga resulta más peligrosa que cualquier error puntual.

Al final del día, lo que verdaderamente importa no es el error en sí, sino cómo lo manejamos, cómo lo utilizamos como trampolín para evolucionar y convertirnos en mejores profesionales. Porque el verdadero impacto no está en la perfección, sino en la capacidad de adaptarnos, corregir y avanzar.

Y ustedes, ¿están listos para enfrentar su próxima “rueda baja”? ¿O seguirán sin revisar sus cubiertas? La elección está en sus manos.

Etiquetas: #Lecciones

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