• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Enero, mitad de mes. Una de las semanas más calurosas del implacable verano paraguayo. Usualmente en esta época escasean los hechos políticos. Siempre fue así. Pero en los últimos siete días hemos visto cómo esta escasez trajo consigo una exposición de que siempre se puede caer más bajo en lo que hace a la calidad del contenido que se genera, las operaciones políticas que las rodean, los espacios donde se las elucubra y las falencias y tibiezas con las que las mismas se enfrentan.

Rascar la olla es un término que se refiere a una penuria extrema, haber llegado al final de los recursos, la más pobre de las pobrezas. Aquella que se evidencia cuando con un instrumento de cocina o incluso con las propias manos se raspa el fondo de una olla que ya está evidentemente vacía, más allá de la grasa que quedó impregnada a la misma. Un momento dolorosamente vergonzoso. O al menos debería serlo, siempre y cuando aún no se haya perdido la vergüenza.

De manera desordenada y ciertamente confusa se desarrolló una operación política que planteaba como tema de debate si el presidente de la República había sido invitado a la asunción de su colega de Estados Unidos, que asume en la fecha, Donald Trump. Y es que era sabido que en algún momento en la historia de la oposición y sus grupos corporativos mediáticos llegaría el día en el que asistiéramos a su funeral, pero hasta para morir se necesita una gota pequeña de dignidad. Creo que aquellos que nos dedicamos a observar los acontecimientos políticos y a aportar nuestra mirada sobre ellos, sabíamos que tocaría, lo que sí puede resultar novedoso es que nos hayamos salido sorteados para estar vivos y ser testigos de cómo la paupérrima oposición y los grupos mediáticos que intentan darle aire para que no muera sean tan malos perdedores. Entre esto y presentar como una bomba noticiosa a la exnovia de un senador que sale a hablar sobre la sexualidad del mismo son apenas dos claros ejemplos de lo duro que está enero, al cual aún le sobran casi quince días. Como le decía días atrás a un amigo con el que solemos intercambiar opiniones: nada más peligroso que periodista sin noticias.

Se sabe, es enero. Ipuku, hace mucho calor, la energía eléctrica se va a cada rato, lo que teníamos de efectivo ya se esfumó. En fin. Todo junto. Pero aguantar estas boludeces ya es mucho. También es cierto que cuando la ignorancia habla, la inteligencia debería callar, pero hay cosas que a uno sencillamente le parecen demasiado.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, precisa concentrarse en lo realmente importante: mejorar la calidad de vida de las familias paraguayas. A los giles no habría que darles tanta cabida. Que se queden solos, rascando la olla de su miserabilidad humana.

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