El esfuerzo y trabajo mancomunado y profesional de los principales segmentos de negocios que conforman nuestra microeconomía permitieron que nuestro país en el 2024 tuviera un buen año, con un crecimiento económico del 4 por ciento vs. una proyección preliminar del 3,8 por ciento del PIB para este año.

Como ya es habitual, el crecimiento económico estimado para este 2025 dependerá del comportamiento que pueda tener el sector agropecuario.

Seguimos dependientes de lo que pudiera acontecer con la cosecha de granos, que siempre está sujetas a factores incontrolables (clima) y las volatilidades de su cotización en el mercado internacional por ser producto commoditie.

Es momento que “rebobinemos” empezando a apuntar con mayor fuerza a productos industrializados con valor agregado y mejores precios de ventas, pues alimento el mundo lo seguirá demandando y cada vez en mayor volumen.

Argentina, que por muchos años ha tenido un crecimiento económico negativo, estima para este año poder llegar a un 5 por ceinto, el que de concretarse sería superior a Paraguay.

Y eso por qué. Simplemente porque los industriales del vecino país son conscientes de que es la industria el que aporta el mayor flujo de ingresos en divisas que manteniéndose como productor y exportador de granos en estado natural.

Las estadísticas son válidas, ya que constituyen puntos de referencia importantes, pero lo que a nosotros nos debería de preocupar y ocupar es que nuestra microeconomía pueda despegar como debe ser, y para ello el sector industrial es clave, por los volúmenes producidos y capacidad de absorción de mano de obra, que es lo que más precisamos.

Es positivo concentrar nuestras miradas en favor de la gente, que permita acrecentar su nivel de bienestar, pero no menos importante es concienciarse que la industria vs. la producción y ventas de granos en estado natural tiene mayor capacidad de generación de ingresos a nivel país.

Una de las obligaciones primarias del Gobierno se remite a que los sectores sociales menos favorecidos puedan vivir mejor, siendo recomendable que cambiemos “el chip mental” de productor de granos en estado natural por el de país industrializado, que es lo que verdaderamente nos hará crecer y progresar año a año.

Es destacable la intención de que el progreso económico se traduzca en mejor calidad de vida de nuestra población, pero sin dejar de lado a la capacidad innovativa y creativa, que permita dar mayor valor agregado a nuestros productos, como los hacen otros países que basamentó su fortaleza económica en la industrialización. Así de simple.

Mencionamos mucho que el país y sus habitantes están por encima de cualquier tipo de banderías políticas. Así debería ser, pero hasta ahora la política y politiquería ha superado a la meritocracia, capacidad e idoneidad.

Lamentablemente se constituyen en “cuello de botella” para que efectivamente podamos lograr los objetivos y metas propuestos dentro del terreno de juego.

El nombrado viceministro de Industria, Marco Riquelme, dijo enfáticamente “quiero ayudar a cambiar la realidad industrial y económica del Paraguay”.

La tiene bastante clara, puesto que uno de los objetivos primarios deberá concentrarse en mantener cada año una balanza comercial favorable, a través de productos industrializados y dejar que la materia prima la podamos procesar localmente al máximo nivel posible.

Desea volcar al sector público la experiencia empresarial que trae del sector privado, proyectando al mundo nuestro potencial como país, que permita que nuevas inversiones extranjeras vengan a radicarse en nuestro país.

Esperemos que esa visión reformista pueda aplicarse en forma eficiente, efectiva y eficaz, dado que no es necesario que seamos expertos economistas para darnos cuenta de que es la industrialización de nuestros productos lo que nos permitirá crecer sostenidamente cada año.

Ojalá este 2025 sea el inicio de un cambio positivo de paradigma, y que nuestra diplomacia económica, pueda trabajar duro y fuerte promocionando a nivel mundial todos nuestros productos.

Dejanos tu comentario