El conocido refrán “Mucho ruido, pocas nueces” se aplica perfectamente a lo que está ocurriendo en Venezuela, donde el no electo candidato, Nicolás Maduro Moros, ha asumido por tercera vez el cargo de presidente de ese país, luego de tres elecciones donde claramente no ha logrado triunfar en dos de ellas; la primera, ante Henrique Capriles en 2013, y en esta ante Edmundo González Urrutia, el pasado 28 de julio.

Ya tendría que haber sido una señal elocuente que el régimen dictatorial bolivariano, disfrazado hasta ayer de cuasidemocrático, no haya permitido competir a las dos Corina, Machado y Yoris.

La presencia de un candidato de la oposición genuina avalaría los resultados que el Gobierno impondría. Edmundo González ganó, nadie duda de eso, ni siquiera Maduro y su banda criminal, por eso no han aportado un solo documento que avale la supuesta victoria con el 52 % de los votos.

Pero, ¿y ahora qué? Nada. Todo seguirá igual casi con seguridad. La tensión en las calles de las que tanto se hablaba hasta ayer va a ir cediendo. Los países que apoyan a Edmundo, sin dudas, lo seguirán haciendo, pero al final cada uno deberá retornar a sus cuestiones, al fin y al cabo todos tenemos nuestros propios problemas. Ojalá me equivoque y el pueblo venezolano logre torcer este destino, algo que no será posible sin derramar sangre inocente.

El régimen venezolano hace tiempo es una copia del cubano, y estos siguen en el mismo lugar, a solo 150 kilómetros de las costas de Estados Unidos. Nada ha cambiado, solo se han acomodado las cosas.

El éxodo de casi 8 millones de venezolanos es la prueba más palpable de la realidad de sistema que se ha impuesto en el otrora país más rico del continente.

El gobierno de Biden, que por fortuna para el resto del mundo está dando sus últimos suspiros, en una de sus tantas malas decisiones, ha elevado el monto de la recompensa por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, además de agregar a Vladimir Padrino, comandante de las Fuerzas Armadas Bolivarianas al grupo de “buscados”. La farsa no estuvo únicamente en la juramentación de Maduro, pues no han cancelado las licencias que permiten a algunas petroleras de EE. UU. operar en Venezuela.

Un vocero del Gobierno norteamericano dijo que “para proporcionar nuevos incentivos para llevar a Maduro y a sus cómplices ante la Justicia por delitos relacionados con la conspiración para distribuir cocaína, el narcotráfico y la corrupción, hemos aumentado la recompensa a USD 25 millones por información que permita capturar al presidente y su ministro del Interior, Diosdado Cabello”, añadió.

Hoy, Maduro, Diosdado y Padrino estuvieron en el edificio de la Asamblea Nacional Legislativa, jurando para un falso tercer mandato, por si no lo sabían.

Los venezolanos no sabrían si reír o llorar. Esta decisión del Gobierno de EE. UU. es algo simbólico, pues no es posible ponerlo en práctica y suena a que es lo único que pueden hacer para no dejar de hacer algo. “Mucho ruido, pocas nueces”.

De la boca para afuera, todos apoyamos a los venezolanos que luchan contra la dictadura maldita que ha sido iniciada por Hugo Chávez, quien, por suerte, ya no volverá. Quizás el capítulo más importante de esta mala novela comience el próximo 20 de enero con la llegada de Trump, aunque él también antes estuvo cuatro años y todo siguió igual.

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