El inusual y hasta un poquito bipolar comportamiento de las condiciones meteorológicas nos sorprenden en estos meses, para algunos con alegría por las refresca­das y para otros por los inconvenientes que se ocasio­nan en el tráfico, los raudales, los ventarrones y la caída de los arbolitos callejeros que en varias oportunidades han ocasionado daños materiales .

Obviamente, poco y nada podemos hacer para preve­nir los golpes inusuales del viento. Y en cuanto a los raudales, bien sabido es que los sistemas de desagüe fluvial de Asunción están siendo realizados por tra­mos y tomará aún algún tiempo poder considerar que vamos a dejar de inundarnos al primer chaparrón.

Pero lo que podría sin duda prevenirse es la situa­ción de los arbolitos callejeros, tan preciados como peligrosos, ya que se conoce perfectamente el tipo de raíces que sostiene a cada especie y la inseguridad y fragilidad que ello conlleva.

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Los asuncenos, incluidas las autoridades, organizan diferentes programas de arborización y de protección de las arboledas, que lógicamente pierden con el cre­cimiento edilicio, pero se intenta compensarlo con espacios verdes alternativos.

La municipalidad, que tiene una Dirección de Áreas Verdes, debería dotarla de personal y equipos que permitan un control rutinario de los árboles que aún adornan la ciudad, atendiendo a la necesidad de podas que equilibren su exposición a los vientos con respecto a la fortaleza que pueden tener sus raí­ces, evitando así no solo las lamentables caídas, sino también los problemas con los sistemas de cables de altura, lo cual ocasiona cortes de energía eléctrica muy molestos para los usuarios.

Vale mencionar que las aseguradoras no se hacen res­ponsables por daños causados por desastres natura­les, lo cual obliga a la municipalidad a responder al ciudadano perjudicado en su patrimonio por causa de estos imprevistos, del mismo modo que debe­ría hacerse cargo de los gastos ocasionados por los baches.

Insisto en que la municipalidad debería hacerse cargo del buen estado de la arboleda asuncena y les recuerdo que de nada les serviría apurar una ordenanza o adver­tencia de que la municipalidad no se hace responsa­ble de lo acontecido a los vehículos estacionados .

Y los ciudadanos no deberían renunciar a los reclamos ocasionados por estos descuidos o por los baches. Así como deberían querellar a los frentistas en caso de accidentes ocasionados por veredas rotas.

Muchas veces preferimos cargar con el costo de per­juicios por la simple comodidad de no entrar en la burocracia que un reclamo implica. Y, lamentable­mente, esa concesión es la que fomenta la irrespon­sabilidad.

En resumen, es hora de que también nos hagamos cargo de reclamar.

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