EL PODER DE LA CONCIENCIA

No queda claro cómo esta anécdota llegó hasta nuestros días y lo más seguro es que el misterio se mantenga hasta el fin de los tiempos. Lo que sí se sabe con certeza es que ocurrió cuando los reyes de Oriente eran guiados por la estrella de Belén para el encuentro con el niño Dios.

Ya habían recorrido una gran distancia en esa jornada cuando se hizo de noche y decidieron levantar su campamento para descansar y dar de beber a los camellos. Cuentan que la noche estaba hermosa, cargada de luces titilantes por todo el firmamento, por lo que a pesar de la fatiga les resultaba difícil conciliar el sueño ante tanto esplendor.

Acostumbrados a relatar hechos cotidianos que ocurrían en sus reinos, en esta oportunidad decidieron cambiar el formato y se pusieron de acuerdo en que cada uno contaría el más breve cuento que dejara una moraleja. Luego de pensar unos minutos, el que inició la competencia fue Melchor.

“Esta historia se llama ‘Mirlos mineros’ y trata sobre dos pobres mirlos que cada día eran conducidos al fondo de la oscura mina, donde serían los primeros sacrificados si hubiese alguna fuga de gas.

Ni cantaban a causa de tanta tristeza. Soñaban con volar por los cielos, pero eso era imposible.

Hastiados de su vida, cierto día urdieron un plan. Se pusieron de acuerdo y fingieron estar muertitos en el túnel. Al verlos, los mineros corrieron asustados, pero luego volvieron con trapos en la cara, sacaron la jaulita y cuando abrieron la puertita, las aves revivieron ‘milagrosamente’ y echaron a volar. Esto nos enseña que con ingenio y un buen amigo, no existen barrotes que puedan privarnos de la libertad”, explicó Melchor.

Gaspar dijo: “Mi cuento se llama ‘El carrito’ y como su nombre lo indica, trata sobre un polvoriento y oxidado carrito de batalla de dos ruedas que había pertenecido al abuelo. Hacía décadas que dormía en el granero y como era una molestia, los jóvenes decidieron deshacerse de él, aunque fuera a precio regalado. Lo llevaron al mercado y un comerciante pagó 4 monedas de plata.

Un experto en carros lo reconoció de inmediato. Era nada menos que el carro que había utilizado su gran comandante en épocas remotas. Incluso puliendo sus detalles se percató de que estaba hecho de metales preciosos. Lo restauró y lo colocó en un pedestal en el que se leía 6.000 monedas.

¡Cuántas personas se deslizan así hacia las alcantarillas implacables del tiempo!, cuando a veces solo basta una mano de confianza para que reluzcan de nuevo en vida, aun mejor que antes”, finalizó Gaspar.

“Mi historia se llama ‘El sueño’ y se desarrolla en un orfanato, donde los niños amaban las historias sobre países hermosos que la encargada aseguraba visitarían algún día… ‘¡si tenían fe!’.

La tos del pequeño Aram cada día era peor y todos estaban preocupados, más desde que la fiebre se apoderó de él. Con mucho amor, la mujer le preguntó esa noche qué cuento deseaba oír.

Aram le contestó que quería uno sobre la mamá que jamás había conocido. Entonces, ella la describió como un ángel maravilloso, con alas blancas y manos de seda.

Aram durmió con una sonrisa. Tuvo fe. Y no volvió a abrir los ojos. Voló muy lejos, en brazos de su madre”, finalizó Baltasar.

El tiempo guardó el nombre del ganador de esta competencia, pero estas tres historias perduran como un regalo más de estos excepcionales reyes, que en sus alforjas llevaban oro, incienso y mirra para el salvador del mundo.

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