• Por Claudio Acosta
  • Director del Club de Ejecutivos

En el mundo moderno, el concepto de propó­sito se ha convertido en un pilar clave en la vida personal, en el éxito empre­sarial y en la eficacia orga­nizacional.

Permite responder a pre­guntas como: ¿por qué hace­mos lo que hacemos? ¿Para qué lo hacemos? ¿Para qué salgo de la cama todos los días? ¿Qué impacto/legado quiero dejar a mi alrededor? El propósito nos brinda una luz al final del túnel, una razón existencialista, una vida intencional, un reco­rrido que tenga sentido.

La pregunta que incita es, ¿qué sucede cuando exten­demos esta idea a los países?

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Al igual que las personas y las empresas, los países también necesitan un pro­pósito robusto que guíe sus decisiones, inspire a sus ciu­dadanos y proyecte su iden­tidad en el escenario global. Un propósito país es más que una declaración política; es una visión compartida que da sentido a las políticas, conecta a las comunidades y define su legado.

El propósito de un país es su razón de ser, su misión única en el mundo. Es el marco que une sus aspiraciones con sus valores fundamen­tales, guiando el desarrollo económico, social y cultu­ral. No solo responde a las preguntas de qué queremos lograr, sino también cómo y por qué.

Es así como los países con un propósito claro tienen una ventaja competitiva signifi­cativa ya que crean un sen­tido de dirección compar­tido y unificado que motiva e inspira a sus ciudadanos, genera confianza, y atrae inversores y aliados inter­nacionales. Por el contra­rio, aquellos países sin una visión integral y estratégica corren el riesgo de perder competitividad y cohesión interna.

EJEMPLO INSPIRADOR: SINGAPUR

Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Sin­gapur en un viaje de capaci­tación híbrida (aula+visitas a organizaciones) promo­vido por Pacto Global Para­guay. Fue una experiencia sin desperdicio y donde pude vivir lo que significa que un país tenga un pro­pósito.

En las décadas posteriores a su independencia en 1965, Singapur se enfrentó a una serie de desafíos aparente­mente insuperables: falta de recursos naturales, un territorio reducido, tensio­nes étnicas, entre otras. Sin embargo, bajo el liderazgo visionario y pragmático de Lee KuanYew, el país defi­nió su propósito: “conver­tirse en un centro global de comercio, innovación y excelencia.” Este propó­sito fue repetido, sentido y vivido por la mayoría de las personas con quienes tuve la oportunidad de conver­sar, desde un ministro de gobierno, hasta un conduc­tor de taxi, pasando por empleados de empresas, universidades y startups, y secretarías estatales.

Este propósito no solo sir­vió de guía a sus políticas internas, como la creación de una economía basada en el conocimiento y la educa­ción de calidad, sino tam­bién moldeó su identidad internacional. Hoy en día, Singapur es conocido como un centro global, con estabi­lidad política, infraestruc­tura de vanguardia y capa­cidad para atraer talento global.

CONSTRUYENDO EL PROPÓSITO LOCAL

Definir el propósito de un país no es tarea sencilla. Requiere un líder o un grupo de líderes visionarios capa­ces de identificar las fortale­zas únicas del país, escuchar a sus ciudadanos y articu­lar una visión convincente. Debe ser inclusivo, aspira­cional y basado en valores que resuenen con todos los sectores de la sociedad.

El propósito no es solo una herramienta de evolu­ción para las personas o las empresas; también es un potenciador importante para los países. Define su identidad, inspira a sus ciu­dadanos y les da una razón para sentirse orgullosos. En un mundo cada vez más interconectado y compe­titivo, los países que com­prendan y actúen en fun­ción de su propósito no solo sobrevivirán, sino que pros­perarán.

Estoy convencido que Para­guay puede hacerlo. Nece­sita intencionalidad, dedi­cación, planificación y convicción para crear su propósito país. Requiere que todos los líderes nos unamos para construir un faro que nos muestre el camino hacia un desarro­llo integral que beneficie a todos.

Paraguay puede encontrar su lugar único en el mundo si define claramente su misión y trabaja de manera coherente para alcanzarla. La gran pre­gunta es: ¿estamos listos para construir un propósito colec­tivo que guíe nuestro pre­sente y nuestro futuro?

Los países con un propósito claro tienen una ventaja competitiva significativa ya que crean un sentido de dirección compartido y unificado que motiva e inspira a sus ciudadanos, genera confianza, y atrae inversores y aliados internacionales.

El propósito no es solo una herramienta de evolución para las personas o las empresas; también es un potenciador importante para los países. Define su identidad, inspira a sus ciudadanos y les da una razón para sentirse orgullosos.

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