Si bien recientemente una de las calificadoras de riesgos internacionales nos ha otorgado dentro de nuestra calificación de solvencia como país el grado de inversión, gran parte de la misma podría ser atribuible a nuestra estabilidad macroeconómica, lo cual se visualiza a través de los principales indicadores.

Todo bien, pero parcialmente, pues la semana pasada otra calificadora internacional de prestigio, Fitch Rating, mantuvo la calificación de nuestro país en BB+, con tendencia: estable, poniendo de resalto las debilidades estructurales del cual seguimos adoleciendo dentro de nuestras instituciones, con niveles de gobernanza por debajo a lo esperado en cuanto a calidad, una superpoblación de funcionarios públicos, muchos de ellos carentes de capacidad, idoneidad y trayectoria profesional, aspectos que son tenidos en cuenta por las mismas, ya que lo que se pretende desde el punto de vista técnico es que se pueda visualizar un razonable punto de inflexión entre los aspectos cualitativos y cuantitativos.

También han puntualizado que si bien nuestro mercado de capitales está en pleno desarrollo y crecimiento, todavía falta una mayor profundidad, poniéndose también de relieve nuestro carácter de país agroganadero, viéndonos expuestos a factores incontrolables (clima, exceso de lluvia y sequías), además de que seguimos muy dependientes de la performance de nuestros productos commodities que siempre están expuestos a las volatilidades de precios en sus cotizaciones en el mercado internacional.

De allí la importancia de que podamos apuntar como país a mayores niveles de industrialización de nuestros productos que permitan darle valor agregado, y tener la posibilidad potencial de obtener precios de ventas mucho más remunerativos y estables, puesto que Paraguay es un gran productor de alimentos, que siempre tendrán demanda a nivel mundial y habrá que aprovecharlo al máximo.

Contamos con industrias procesadoras de granos con tecnología de punta, que siguen trabajando a capacidad ociosa de producción, como así también molinos harineros, los cuales deberían aprovecharse su capacidad instalada al máximo, dado que a mayor producción, mayores niveles de ingresos de divisas y también más posibilidades de creación de fuentes de trabajo adicionales.

La diplomacia económica aplicada por el Gobierno es positiva, pero deberá ser mucho más proactiva, haciendo uso de todas nuestras legaciones diplomáticas en países de la región y de extrarregión a través de los encargados de negocios, quienes deberían actuar como si fueran oficiales de negocios, promocionando todos nuestros productos que permitan un mayor fortalecimiento de nuestra balanza comercial.

La debilidad de carácter estructural que seguimos adoleciendo dentro del sector público debería de ocupar y preocupar a nuestras autoridades, pues los potenciales inversionistas extranjeros que deseen radicar sus capitales en nuestro país en diversos segmentos de negocios, sopesan, analizan y evalúan muy bien todos los factores cualicuantitativos que les permitan poder venir a instalarse en Paraguay y poder ser rentables y competitivos, pues nadie trabaja para empatar y mucho menos para perder.

Nuestro país precisa atomizar y diversificar su economía a través de nuevos capitales, dando un énfasis especial a la actividad manufacturera, que si bien ha observado un crecimiento en los últimos años no han superado en promedio el 14 por ciento.

Un ejemplo de industrialización es Argentina, quienes absorben cada año no menos del 70 por ciento de las exportaciones de soja en grano en estado natural de nuestro país, y los hacen para adicionar a su producción propia, hacer mayor volumen y convertirlas a productos terminados.

Llegar al grado de inversión no depende solo del buen desempeño macroeconómico, sino también de otras variables que deben ser consideradas y que tienen íntima interrelación con las competencias que detentan las autoridades económicas y políticas, que conforman los tres poderes del Estado desde el punto de vista cualitativo.

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