EL PODER DE LA CONCIENCIA
- Por Alex Noguera
- Periodista
- alex.noguera@nacionmedia.com
Diez días. Hoy faltan exactamente diez días para que el calendario marque la llegada del nuevo año, dejando atrás a este estresante 2024, plagado de amenazas de tercera Guerra Mundial, de hecatombe nuclear, fin de la humanidad y todo aquello que se repite cíclicamente.
Por recordar, una de las más recientes y dramáticas profecías al respecto, precisamente ocurría el 21 de diciembre de 2012, hace doce años, cuando los pregoneros del calendario maya predecían que a las 12:12 acabaría la vida en el planeta.
Fue todo un acontecimiento, sobre todo por la película “2012″, estrenada tres años antes y protagonizada por John Cusack, que servía de telón para fantasear sobre que un desplazamiento de la corteza terrestre provocaba el cataclismo de la humanidad.
A pesar de los buenos efectos especiales, el filme ni remotamente se compara con la cruda realidad de la locura del tándem Zelenski-Biden/Otan y las líneas rojas de Putin o su inalcanzable misil hipersónico Oreshnik.
Este año los líderes mundiales se olvidaron de que en realidad ellos solo son quienes deben obedecer la voluntad de sus ciudadanos; pero no, se convencieron de que eran los dueños del mundo y que pueden hacer lo que se les antoje. No tomaron conciencia de que cada uno de ellos apenas tiene una vida y, sin embargo, ya dispusieron de la de cientos de miles, incluyendo soldados y civiles.
Este 21 de diciembre también se recuerda el Día Mundial de la Meditación, una fecha proclamada por la ONU para que las personas tomen conciencia acerca de esta práctica que, según los arqueólogos, se remonta a hace más de 7.000 años puesto que descubrieron que la meditación ya era utilizada no solo en China, sino que también en Egipto y en la India.
Los maestros enseñan diferentes técnicas con las cuales una persona puede reducir la ansiedad, el estrés y hasta la presión alta. También favorece la salud emocional, tan necesaria en estos tiempos de locura desatada.
Faltan diez días para terminar el año, pero como nunca –o como siempre– nuevamente aparecen las “señales” catastróficas. Por un lado, el 2024 se resiste en terminar y la nueva fórmula de demencia son los extraterrestres que desde noviembre sobrevuelan drones en distintas ciudades de EE. UU. Qué raro, ¿no? Teniendo todo el mundo para pasear sus naves, no tienen otro lugar que Norteamérica. Aunque, para ser sinceros, desde otros países también ahora dicen tener la primicia de los marcianos o venusianos.
Veremos qué pasa en estos últimos diez días de 2024. Si hay extraterrestres, sabríamos si son parecidos al gracioso E.T. del dedo mágico o si tienen las orejas puntiagudas del Sr. Spock.
Como fuere, el inicio de 2025 ya se anuncia más movido y con fechas determinadas para grandes acontecimientos. Para el 10 de enero está prevista la llegada de Edmundo González Urrutia a Venezuela. Hay quienes dicen que arribará con varios expresidentes para garantizar su seguridad. Otros dicen que apenas pise tierra él y toda su comitiva irán a la cárcel, entonces el Comando Sur de EE. UU. entrará en acción para derrocar a Maduro.
Otra predicción es la del 20 de enero, que se divide en dos sentidos. El primero es lo que había adelantado Donald Trump, que si los de Hamás no regresaban a los rehenes judíos “se desataría el infierno”; y segundo, con la asunción a la Casa Blanca terminaría con el negocio de Biden y daría fin a las hostilidades entre Rusia y Ucrania. Faltaría saber los planes de Año Nuevo de Kim Jong-un y de Xi Jingpin: al primero le encantan los fuegos artificiales con cohetes, y el segundo, ama tanto a su país que a toda costa quiere anexar a Taiwán, aunque ese amor enfermo provoque la muerte de miles de personas.
Con todos los problemas que nos rodean, en este día de meditación deberíamos adentrarnos en nuestro interior, analizar lo realmente importante y dejar de lado solo lo que parece. La primera oportunidad que se nos presenta será en Navidad, cuando decidamos celebrar el nacimiento del niño Jesús en familia y en paz o si bebemos hasta perder la conciencia y nos arriesgamos a causar un accidente automovilístico o tomamos un arma y disparamos al aire al llegar las doce de la noche.
Ojalá que prime la paz y no tengamos que arrepentirnos de por vida por haber causado una desgracia irremediable. Que tengan salud y felicidad, estimados lectores.