- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
El 10 de julio de 2012, Horacio Cartes confiesa públicamente su decepción por la actitud de Lilian Samaniego –miserable disparó–, al tiempo de recordarle que es presidenta de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana gracias al movimiento Honor Colorado. Doce años después (12 de diciembre de 2024), la actual senadora, durante una conferencia de prensa realizada dentro del Congreso de la Nación, dirigiéndose directamente al exmandatario, con los ánimos bastante exaltados (lo que no suele ser común en ella), explotó: “Quiero decirte, Horacio Manuel Cartes Jara, que yo te hice presidente (de la República)” e inmediatamente ametralló en contra de lo que ella consideraba un “entorno maldito”. Cuando un periodista le preguntó en qué fundamentaba su afirmación de que fue la responsable de instalar en el sillón de López a quien hoy ejerce la titularidad de la ANR, se limitó a responder: “Revise los archivos de su diario”. Hojear periódicos viejos es uno de los mayores placeres para quienes tenemos vocación de archivero. Porque van escribiendo la historia, aunque para eso hay que saber leerlos, como resaltara alguna vez el recordado Antonio Carmona, ubicarlos en un contexto presente y proyectarlos en el tiempo.
Aquella dura reacción de Cartes tuvo como punto de partida el juicio político que destituyó a Fernando Lugo de la Presidencia de la República el 22 de junio de 2012. José “Pepe” Mujica, quien por entonces dirigía los destinos de la República Oriental del Uruguay, acusó de “instigadora” a la ANR en la defenestración del exobispo de San Pedro, apuntando el índice hacia el sector al que calificó como “narcocoloradismo” (publicado el 5 de julio). Aunque Mujica nunca dio nombres, cinco días después –10 de julio–, la Comisión Ejecutiva de la Junta de Gobierno, liderada por Samaniego, “exige al precandidato a presidente de la República Horacio Cartes que en forma definitiva deslinde cualquier vínculo con los indicios y publicaciones nacionales y extranjeras que lo sindican como responsable con estos hechos, porque su silencio daña la imagen del coloradismo y afecta su retorno al Gobierno en las elecciones generales de 2013″.
Hagamos un flashback: el 10 de abril de 2012, con el Palacio de López como imagen de fondo, Lilian Samaniego rompe con Cartes y lanza su precandidatura a la Presidencia de la República. “Si hemos logrado reconstruir un partido (colorado) destruido, estoy segura (de) que vamos a reconstruir el país”. Fue su tarjeta de presentación. Ese mismo día, Arnoldo Wiens, integrante del equipo de prensa de HC, achaca a Samaniego que su proyecto goza de “la bendición de Fernando Lugo”. Juan Afara, compañero de fórmula de Cartes, el 7 de julio insiste: “Lilian anduvo coqueteando con Lugo porque, seguramente, había algún compromiso entre ellos, de ahí vienen estos ataques”. La presidenta de la ANR envía al frente a dos de sus cancerberos. El primero de ellos fue el ilustrado militante del movimiento Participación Republicana Bernardino Cano Radil (ya fallecido): “El que debe aclarar es Horacio Cartes, porque se refiere directamente al líder de Honor Colorado” (aludiendo a las declaraciones de Mujica). “Si la interna gana Horacio Cartes, el Partido Colorado va a perder las nacionales y la imagen del país no va a mejorar”. Esto corrobora que hasta los mejores analistas suelen equivocarse. El segundo fue el lúcido joven Alfredo Benítez (creo que hoy alejado de la política): “Lamentablemente, hasta hoy no entiende que nunca pudo haber sido colorado y candidato a presidente sin Lilian”. O sea, esta narrativa ya se venía empujando desde hace años atrás. Solo que no logró instalarse en el imaginario colectivo.
Retrocedamos al año 2009, exactamente el 23 de setiembre, cuando Horacio Cartes se inscribe en los registros del Partido Colorado. El cuarteto que le convenció de dar el paso político estuvo integrado por Juan Carlos Galaverna, Óscar Vicente Scavone, Martín Chiola y Ricardito Giménez. Así cuenta la leyenda. Lilian Samaniego había accedido a la presidencia del partido, de manera interina, el 16 de setiembre de 2008, en plena llanura, por mayoría de dos tercios de los miembros de la Junta ante la renuncia de José Alberto Alderete en nombre de la “reorganización partidaria”. Alderete llegó al cargo ante el permiso solicitado por Nicanor Duarte Frutos –15 de marzo de 2006–, entonces presidente de la República, cuya candidatura fue una flagrante violación de la Constitución Nacional. Ese hecho movilizó a la ciudadanía y dio nacimiento al “fenómeno” Lugo. Pero se tenía que modificar el estatuto partidario para que la habilitación del recién llegado fuera posible. Bajar la antigüedad requerida a un año. Lilian, también, ya contaba con el mandato a punto de fenecer. Había que convocar a elecciones internas. Ahí se entretejieron intereses compartidos. El 24 de noviembre de 2010, un grupo de convencionales solicita a la Junta de Gobierno convocar a asamblea extraordinaria para modificar varios artículos del estatuto.
Sabedor de las mañas y artimañas de la clase política criolla, sospecho que el cerebro para escalonar las fechas de ambos eventos fue el ahora exsenador Juan Carlos Galaverna. Así se evitaba cualquier sorpresa desagradable. Primero, había que manear el resultado de la convención partidaria del 15 de enero de 2011. Y así fue que Cartes conquista su primer objetivo. Dos meses después, el 13 de marzo, se desarrollan las elecciones internas, en que Samaniego gana la presidencia de la Junta representando al “cartismo”. Ahora damos un salto hacia adelante: el 30 de agosto de 2012, durante una reunión preparada en la casa paterna de los Samaniego, con asistencia de Cartes, Lilian comunica que renuncia a su precandidatura “en apoyo al líder de Honor Colorado”. “Tomé esta decisión por convicción”, subrayó. La historia es un círculo en constante repetición. Lo confirma Arnoldo Wiens, quien anuncia que buscará nuevamente llegar al poder en 2028. Así como lo hizo aquel lejano 19 de julio de 2013, cuando presentó una “candidatura innegociable”. Aquí, como diría el bueno de Helio Vera, uno se aburre porque quiere. Buen provecho.