La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el pomposo nombre que en algún rincón de La Habana, el 14 de diciembre de 2004, los extintos y en su momento “eternos” líderes de Cuba y Venezuela eligieron para una unión política y económica de países que abrazaban en su momento el socialismo del siglo XXI, celebre 20 años de su creación.

La ALBA (es una alianza), creció, se malcrió y también enfermó, al amparo y, sobre todo, al reparo de los barriles del petróleo chavista, repartidos como pan caliente a diestra y siniestra por el “comandante” Hugo Chávez Frías, quien tenía a un Fidel Castro dándole órdenes al oído.

Era el comienzo del desastre de la economía venezolana, que solo soportaba la succión desde la isla caribeña por ser un país inmensamente rico, quizás el más rico del hemisferio.

Pero todo tiene un final y en este caso era previsible. Tantas bocas extras que alimentar, olvidando a los propios venezolanos, quienes seguían aportando su esfuerzo para Cuba, Nicaragua, Bolivia, Honduras, Antigua y Barbudas, Dominica, San Vicente de las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal de las Nieves y también Ecuador, que al igual que Honduras, ya no forman parte de la alianza.

Actualmente existen tres países observadores “de lujo”: Siria, Irán y Palestina. Combinación explosiva, si se me permite la ironía.

Todos estos países del Caribe y Centroamérica se vieron “beneficiados” por la sangría venezolana, para no decir que parasitaban su esfuerzo productivo. Eran los buenos tiempos, donde con petrodólares se compraban elecciones, voluntades y todo lo que tuviera un precio.

En 2009 no lograron cambiar la Constitución Nacional en Honduras para que Manuel Zelaya, vasallo de Hugo Chávez, pudiera perpetuarse en el poder, de la misma manera que lo hacía el “comandante”, ganando elecciones en un país cuyas instituciones estaban subordinadas a su antojo.

Pero Hugo Chávez se murió y no volverá. Lo mismo Fidel Castro. Ahora la ALBA está comandada por Nicolás Maduro en apariencia. La torta la sigue cortando el dictador cubano de turno, Miguel Díaz-Canel.

Al cumplirse 20 años de la creación de esta homogénea alianza, homogénea por quienes la dirigen: dictadores, este grupo tenía que reunirse en Cuba para celebrar y, ¡sorpresa!, no pueden hacerlo por la desastrosa situación económica cubana, entonces fueron a Caracas. Y allí desfilan los jerarcas de pequeñas islas caribeñas, y un centroamericano, el nicaragüense Daniel Ortega, quien complementa el trío de tiranos de la ALBA. En otros tiempos no hubiera faltado Evo Morales.

El vocero Nicolás Maduro promete iniciar una “nueva ofensiva política, económica, social” para avanzar a una nueva etapa. El mismo grupo moribundo renueva su energía y promete regresar para seguir similar camino que lo llevó a ser como un grupo de polluelos que esperan un pedazo de la lombriz que la madre trae al nido, pero todo tiene un final.

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