- Por Ricardo Rivas
- Corresponsal en Argentina
- X: @RtrivasRivas
Dentro de 16 días será el año que viene. El que corre se va. Sin gloria y con mucha pena para poco menos del 53 % de la población que vive en situación de pobreza. La IED (Inversión Extranjera Directa) llega en dosis homeopática a la Argentina que gobierna el presidente Javier Milei. Sin embargo, el jefe de Estado –doce meses después de iniciado su mandato– asegura a quien quiera oírlo –con buena o muy malas palabras y formas– que transitamos tiempos de desinflación; que el déficit fiscal está bajo control y “no se negocia”; que ha cesado la emisión monetaria; que la tasa de riesgo país decreció hasta ubicarse en poco más de los 700 puntos porcentuales; y que, de cara a 2025 “ustedes, que ya saben de la motosierra, conocerán la motosierra profunda”.
Pero pese al alto costo social del “ajuste más grande de la historia”, como destacan orgullosos los más relevantes voceros gubernamentales, la sociedad con paciencia aguarda los tiempos en que habrá de llegar la bonanza. No son pocos ni pocas quienes hacen foco sobre esa pasividad, la analizan y procuran comprenderla científicamente. “¡Es increíble que la gente no se queje!”, es una de las frases que más se escuchan en las calles argentinas. Los niveles de aprobación al presidente Milei y a su gestión parece sostenerse en el tiempo.
Las organizaciones obreras –especialmente las que nuclean a los y las trabajadoras formales de los sectores de la construcción o del comercio– denuncian, entre ambas, la destrucción de miles de puestos de trabajo. Sobre el trabajo informal –en negro– situación en la que se encuentran un poco más del 40 % de la mano de obra local es muy difícil contar con datos fidedignos. Sin embargo, la paralización de la obra pública y la reducción de los consumos de todo tipo se percibe empíricamente. Las preocupaciones crecen.
Mientras, el Gobierno parece transitar en otro ecosistema. El señor Javier Milei, quien ya se encuentra de regreso en la Argentina hasta ayer, una vez más, estaba en Italia. A su llegada –ante de finalizar la semana pasada– fue recibido con honores y gestos de alegría fraterna por la primera ministra Giorgia Meloni. En pocos meses es la quinta oportunidad en que desarrollan en forma presencial actividades conjuntas
Como una especie de puntero político de los libertarios globales o de la ultraderecha mundial, en el más alto nivel por su investidura, participó en aquel país del Festival Juvenil Fratelli D’Italia Atreju 2024 (Hermanos de Italia).
“Yo tengo mis propias recetas (de gestión), que no son políticamente correctas ni tan profesionales, pero no se puede negar que, por ahora, nos han dado resultado”, dijo Javier Milei ante poco más de trescientas personas y opinó que “es mejor decir una verdad incómoda que una mentira confortable” porque “nunca hay que negociar las ideas para atraer un voto”.
El anarcocapitalista –como él mismo se autopercibe– añadió que “a diferencia de la economía, la política sí es un juego de suma cero” y, en tono de reflexión, señaló que “los espacios de poder que (las y los libertarios) no ocupamos nosotros los ocupa la izquierda”.
Mientras, en Argentina, con los principales referentes políticos en procura de mantener sus liderazgos, reconstruirlos o alcanzarlos, con trascendidos que reproducen los medios tanto tradicionales como los digitales, pero de los que nadie se hace cargo formalmente, rueda –aunque como hipótesis– que para 2027, cuando aquí haya nuevamente elecciones presidenciales el actual mandatario irá en busca de la reelección como la fórmula (Javier) Milei-Milei (Karina). Con 53 % de pobreza y dificultades coyunturales complejas, según las últimas mediciones oficiales, suena irrespetuoso.
De todas formas, la versión –como práctica política exploratoria y en posible desarrollo que nadie desmiente– no irrumpe como parte de “la nueva política”. Cincuenta y un años atrás, en 1973, la fórmula (Juan Domingo) Perón-Perón (Isabelita) fue una realidad que obtuvo el 61,86 % de los votos emitidos y más acá en el tiempo la saga de la familia Kirchner-Néstor (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), se alternaron en la presidencia y sin que nadie lo confirmara ni desmintiera nunca, proyectaban continuar haciéndolo. El inesperado fallecimiento de Néstor, el 27 de octubre de 2010, habría frustrado aquella estrategia que, tal vez, nunca se sabrá si existió o no.
En el presente –según el periodista, escritor y exembajador argentino ante la Unesco Jorge Asís, “Máximo Kirchner, el hijo de Néstor y la doctora, será candidato en 2031″. Si bien Asís advirtió que “la información que él maneja suele ser mala”, tampoco nadie lo desmintió.
Pero entre tanta tormenta de rumores y versiones que tienen que ver con el ejercicio del poder, a partir del momento en que el presidente Milei en Italia sostuvo públicamente que en su gobierno “el que viene con agendas propias y no acata la línea del partido es expulsado”, se vinculó aquí esa frase con las diferencias que lo separan de la vicepresidenta Victoria Villarruel. ¿Será así?