Siempre fluye el tiempo de los propósitos, allí donde el viento sopla con intensidad, en esas hojas que se mueven con sutileza, en las orquídeas que lucen su esplendor, en los rostros que brillan con su luz, en el silencio que acompaña a los ojos atrapados por las estrellas, en cada instante que indica el presente incesante del período que es, de ese que tiene ideas, lecciones, anécdotas, encuentros, sorpresas, deberes, conquistas, respuestas, olvidos y misiones, más aquello que cada cual considere necesario identificar e incluso ahondar, con la precisión de sus experiencias.

Las aspiraciones potencian la energía de las acciones que pregonan sus crecientes concreciones. En ese vislumbrar significante se respira profundo, se camina despacio, acontece la presencia valorativa de lo próximo, se manifiesta la dulzura de las palabras y se conectan los corazones entre el palpitar de lo auténtico. Es el flujo de los anhelos el que sonríe mientras se desplaza en las sinuosas avenidas de las incertidumbres. En su potestad existe la libertad, por eso vibra en todas las ocasiones, como si fuera la primera vez que la visualización de una meta se transforma en un trayecto vigoroso de realidad.

Las direcciones existen en las ideas que las identifican, son múltiples y tienen el imán de los desafíos, por lo que atraen y estimulan la secuencia de sus recorridos. En ese despliegue se aprende a resollar en los distintos escenarios que se habita. Hay señales por todos lados, la intuición es determinante, como también el uso de los sentidos, además del valioso aporte de lo aprendido. Es la totalidad de la esencia sostenida, cultivada y compartida, es ese todo indescriptible que subjetiviza y al mismo tiempo socializa al ser humano.

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El componente de las vocaciones es un estimulante natural para realizar el circuito de los aprendizajes, es que donde se focaliza la pasión se descubre la existencia, es esa una inyección a la voluntad y al entusiasmo. Claro que pueden darse diversas corrientes de sentido, haciendo posible el despliegue de la vitalidad por distintos cauces y despertando el asombro de ser y estar ahí, en donde se pensó o quizás en donde aquel pensar generó los cambios que las circunstancias actuales presentan y de las cuales hay que estar agradecido, así lo que es y está se consolida para dar el siguiente avance.

Irvin D. Yalom, psicoterapeuta y profesor emérito de Psiquiatría en la Universidad de Stanford, en su obra “Psicoterapia existencial”, sostiene: “El significado se refiere al sentido, a la coherencia. Es un término general para indicar lo que se desea expresar por medio de algo. La búsqueda de significado quiere decir la búsqueda de coherencia. El propósito se refiere a la intención, la meta, la función. Cuando preguntamos cuál es el propósito de algo, estamos inquiriendo sobre su papel o función. ¿Qué cumple?, ¿cuál es su finalidad? No obstante, en el uso convencional se suele emplear indistintamente ambos términos…”.

En el origen y en el horizonte el tiempo de los propósitos esgrime su generosa compañía, permitiendo la interconexión de las intenciones y las realizaciones, la que dura mientras exista la coherencia que nutre los significados que las unen.

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