- Por Juan Carlos Dos Santos G.
- Columnista
- juancarlos.dossantos@nacionmedia.com
Nadie se hubiera imaginado que aquel trágico 7 de octubre de 2023 se convertiría exactamente 14 meses después en el final del eje radical islámico y terrorista que Irán fue construyendo durante décadas en el Medio Oriente desde su llegaba al poder en 1979.
Los terroristas palestinos que controlaban Gaza invadieron por tierra, aire y mar el territorio israelí dejando una estela de muertes, heridos, abusados, torturados, desaparecidos y secuestrados hasta el día de hoy.
Hamás y Yihad Islámica, apoyados por Irán y sus grupos proxys, Hezbolá desde el Líbano y los hutíes desde Yemen, creyeron dar un golpe mortal a su declarado enemigo en el Medio Oriente, pero lo que realmente hicieron fue despertar y poner a prueba a un poderoso enemigo que hizo caer una tras otra, como en el efecto dominó que ilustra esa publicación, las piezas frágiles de toda la estructura montada por Irán en suelo palestino, libanés, yemenita y sirio.
Hamás como organización ya no existe en Gaza. Sus líderes militares y políticos ya no están en este mundo. Quedaron unos cuantos seguidores, quienes aún mantienen secuestradas a 101 personas desde aquel fatídico 7 de octubre del año pasado.
El principal grupo terrorista islámico del planeta, Hezbolá, (con base en Líbano, operaba en Siria e Irak y era totalmente apoyado por Irán) ha sido diezmado desde la cabeza, Hassan Nasralla, hasta sus comandantes principales y secundarios, su armamento pesado destruido, sus bancos arrasados y hasta fueron obligados a aceptar un cese de fuego que le da más movilidad que antes al ejército de Israel.
Los hutíes en Yemen intentaron algo y una docena de misiles balísticos destruidos en el aire antes de llegar al blanco y un par de drones explosivos que impactaron en edificios fue toda la acción que pudieron ver. El principal puerto del empobrecido país, pero que invierte recursos en terrorismo antes que en su población, fue arrasado en cuestión de minutos y su economía ha colapsado.
Irán tuvo que intervenir personalmente y eso le costó la destrucción de toda su sofisticada defensa tras un solo ataque de los F-35 israelíes. Con eso los ayatolás se quedaron quietos al estar totalmente expuestos a lo que su acérrimo enemigo desee.
Solo quedaba la pieza del dominó sirio, Bashar al Asad, el vasallo iraní y peón ruso. Por territorio sirio, Irán armaba a Hezbolá y el puerto de Latakia, en el Mediterráneo sirio, servía de punto de apoyo a Putin para mantener cierta presencia en el Medio Oriente.
Un debilitado Hezbolá no acudió al llamado de Asad cuando al Jolani comenzó a mover su ejército (se cree que apoyado por Erdogan). No pasó ni 15 días para que los rebeldes tomaran Idlib, Aleppo, Horn, Da’ara y finalmente Damasco. Fin de un juego que estúpidamente inició Hamás. Lo que vendrá ahora es otra cosa; mientras tanto, en Líbano comienzan a pensar en cómo deshacerse de Hezbolá, en Irán sucede lo mismo con la revolución islámica que llevó a un país tan progresista a adquirir costumbres de la Edad Media.