• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Parece oportuno recordar en los tiempos que corren que el Paraguay ni los paraguayos estamos sometidos al régimen de las capitulaciones, institución que surgió para crear una situación de privilegio para los europeos que escapaban de la acción de la justicia de los países donde actuaban y se hallaban amparados en sus abusos por los cañones de las potencias colonialistas.

En su momento, don Carlos Antonio López escribía que una debilidad de nuestro continente era la falta de solidaridad activa. Que la misma se basaba en el apoyo que encontraban algunas potencias europeas en sectores de nuestro hemisferio y que los mismos traicionaban a las causas colectivas. Los vencedores de la Triple Alianza no dejaron de interferir, mientras pudieron, en los asuntos internos del Paraguay. Durante la ocupación militar del país jugaron a colocar a personajes dóciles a sus designios. El predominio político del coloradismo, que recogió la tradición de dignidad de una nación casi aniquilada, fue lo que puso término a las intervenciones vecinales.

El Paraguay siempre se alzó en defensa del principio de no intervención. Cuando vio amenazada su soberanía defendió con orgullo fiero hasta el máximo sacrificio sin arriar nuestra bandera. El principio de la no intervención se encuentra consagrado en el derecho internacional positivo. El Paraguay no se entrometió, se entromete ni se entrometerá jamás en los asuntos internos de otros países, forma de gobierno o administración.

Aunque parezca una obviedad y un absurdo, es evidente por las circunstancias y acontecimientos de la semana pasada, que se debe informar a algunos países que parecen ignorarlo, que el Paraguay goza de la plenitud de su independencia por voluntad imperiosa de su pueblo. Esta reseña se hace necesaria ante algunas exigencias de funcionarios diplomáticos extranjeros y filtraciones mal intencionadas y sesgadas.

El pueblo con honor y dignidad sabe perfectamente cuando se ataca u ofende su soberanía. Se vio en la última campaña y quedó ratificado en el resultado de las elecciones. Somos perfectamente conscientes de lo que nos falta, al igual de lo que tenemos. No precisamos que nadie haga de árbitro ni policía de nuestra democracia y de la felicidad de nuestro pueblo. Nada más deseamos que se respete nuestra libertad. No hay actuación posible sin el consentimiento de nuestras autoridades legítimamente constituidas, mucho menos por la vía de la prepotencia o ambición.

La política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a, nos dice que un soldado de honor se mantiene en la defensa del principio de la no intervención por cuya incorporación a la práctica dieron su vida nuestros mayores, lucha por el fortalecimiento de la democracia y la prosperidad de las familias paraguayas. El Partido Colorado se enorgullece de permanecer fiel a la cultura y tradiciones del Paraguay. No hay posibilidad de que se renuncie a mantener el principio constitutivo de la autonomía nacional. El Paraguay no puede, ni estará dispuesto a ingresar, ni siquiera en nombre de la cooperación o amistad con otros países, a un sistema donde vea cercenada su independencia, donde sencillamente se puede agredir u ofender y después pedir esclarecimientos. Como nación soberana nos corresponde en todo caso pedir explicaciones claras y precisas sobre lo actuado en nuestro territorio o en aquellos asuntos que nos afecten, y no darlas.

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