• Por Víctor Pavón (*)

La economía privada ( lo de privada es una redundancia que aquí utilizo adrede al efecto de expresar que no existe tal cosa como economía estatal) está expuesta a elementos perturbadores que dificultan la creación del ahorro y la inversión.

Se requiere de una pronta reforma sobre el ahorro nacional dispuesto en el Instituto de Previsión Social (IPS). No hay modo mejor que los sistemas bancarios y los mercados de capital sólidos para permitir el flujo de fondos y de ese modo se colabora con el Gobierno a recaudar capitales de inversión y más todavía tomando en cuenta la reciente certificación crediticia lograda por el país.

Pero también las ideas tóxicas están ahí para darnos zancadillas y hacernos caer. Ahí está el afán fiscalista de elevar impuestos ya existentes o crear otros. En los países que carecen de una genuina contraprestación de servicios por lo que pagan los contribuyentes en concepto de tributos ocasionan externalidades negativas como la evasión, el contrabando y la subfacturación. La economía informal es la punta del iceberg que requiere solución con medidas de promercado y no mediante la coerción estatal que la agravará todavía más.

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Al respecto, la contraprestación efectiva de los recursos tributos hacia la sociedad es una condición necesaria para mejorar la recaudación, sin tener que elevar o crear más tributos, cualquiera sea el hecho generador.

Es por ello precisamente que la política fiscal y el sistema tributario deben expresar el mejor relacionamiento entre el Estado y el ciudadano. Si los tributos se pagan para mantener el orden público, la seguridad y la protección de la vida y la propiedad, tal como se los concibe en las democracias constitucionales entonces las finanzas públicas no sufren desordenes ni desequilibrios por efecto de las ideas tóxicas del estatismo.

Pero si se insiste en una mayor presencia estatal en la economía, ya sea manteniendo ciertas estatales, creando nuevos costos al relación entre los factores de producción o apelando a la vía del endeudamiento como forma de sostener el crecimiento, el resultado será el insoportable desequilibrio fiscal, y luego vendrá todavía algo peor: se empezarán a subir los impuestos o a crear otros más, lo que finalmente significará la inconsistencia monetaria traducida en inflación.

El mundo está cambiando. Como país debemos ser protagonistas en el mercado mundial como de hecho se está dando. Pero para acometer con todavía mejores señales a los mercados nacional y extranjero el sistema sistema tributario debe ser sencillo, eficiente y resuelto a la contraprestación hacia la ciudadanía. La competitividad tributaria será determinante para el mundo que se viene.

La competitividad tributaria por medio de la política fiscal consiste en no entrometerse creando dificultades a la gente, en los negocios de individuos y empresas. Después de todo, esta es la razón que justifica la existencia del Estado.

* Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

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