La Iglesia de Cristo está conformada por todos aquellos creyentes que confían únicamente en Cristo como su Señor y Salvador. Espiritualmente es una Iglesia invisible, en el sentido de que solo Dios sabe quiénes son realmente los suyos, como dice el apóstol Pablo en 2 Timoteo 2.19: “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”. Pero también es visible y se visibiliza cuando un grupo de personas, grande o pequeño, se reúne a orar y adorar al Dios Verdadero.

Jesús llamó a su Iglesia a ser sal y luz del mundo (Mt 5.13). Hoy, de manera muy particular, estamos llamados a ser luz en medio de un mundo confundido, temeroso, incierto, sin esperanza y perdido espiritualmente.

Jesús dijo a Pedro que “sobre esta roca edificaré mi Iglesia” (Mt 16.18). ¿A qué roca se refería?: A la revelación y declaración de Pedro que había tenido unos minutos antes: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente” (Mt 16.16). A esa declaración Jesús se refirió diciendo: “No te lo reveló sangre ni carne sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16.17) y agregó que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16.18). Nada podrá impedir que la Iglesia de Cristo siga avanzando. Hay un plan eterno, y este se cumplirá sin que falte nada. Filipenses 1.6 dice: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

La Iglesia de Cristo está fundamentada en Cristo mismo. En 1 Co 3.11 dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. También dice en Ef 2:20: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra de ángulo Jesucristo”; o sea que, Jesucristo es el fundamento y, a la vez, la piedra angular de la Iglesia. El mismo apóstol Pedro lo confirma llamando Roca a Cristo y no a él mismo: “…He aquí, pongo en Sion la principal piedra de ángulo, escogida, preciosa; El que en Él creyere, no será avergonzado… la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser cabeza de ángulo; y piedra de tropiezo, y roca que hace caer…”. También Cristo es la cabeza y la Iglesia su cuerpo, según Ef 1.22-23: “Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo”.

Entonces, vemos que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y Cristo es fundamento, piedra angular y Cabeza de la Iglesia, y la Iglesia está fundada sobre la roca que es Cristo y está conformada por todos aquellos que creen en su Nombre. El apóstol Juan escribe en Juan 1.12-13: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

El libro de Hechos de los Apóstoles nos da el ejemplo de cómo actúa la Iglesia en todo tiempo, y en especial en tiempos difíciles: LA IGLESIA ORA.

En Hechos 4.24-31, podemos ver un ejemplo: la Iglesia, en medio de la tribulación, se juntó a orar. Apelaron al Soberano Dios (Él tiene el control de todo y sabe lo que hace, nada escapa a su voluntad y descansamos en Él).

Oraron de acuerdo a su Palabra, no conforme a sus sentimientos o intereses sino conforme a la voluntad de Dios. Pidieron tener denuedo para predicar su Palabra y pidieron el poder de Dios mientras lo hacían, y cuando oraron, todo el Espíritu Santo se derramó sobre ellos.

Oremos, busquemos a Dios, pidamos denuedo para predicar en estos tiempos difíciles, porque a eso nos llamó el Señor y ya nos dio de antemano la victoria.

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