• Por Jorge Torres Romero
  • Columnista

Uno de los temas que acaparó la atención de la opinión pública en los últimos días fue la decisión de la Cámara de Senadores que aprobó con modificaciones el Presupuesto General de Gastos para el ejercicio 2025, introduciendo beneficios y privilegios para los legisladores, lo cual derivó en críticas de distintos sectores de la ciudadanía.

Como es habitual, las portadas de los principales medios de comunicación se hicieron eco de la “indignación” y señalaron un supuesto “desprecio” de la clase política a las realidades sociales del país, principalmente en materia de salud y educación.

Como es habitual en esta época, también desde el púlpito de Caacupé, los obispos del Paraguay se sumaron e hicieron eco de estos reclamos asumiendo una postura crítica, recibiendo los aplausos de la tribuna.

Lamentablemente, esta lectura de la realidad por parte de los pastores de nuestra Iglesia es generalmente parcial y sesgada, puesto que no tienen en cuenta la totalidad de los factores en juego y desconocen la otra parte de la historia, donde no se pueden desconocer los logros alcanzados en este tiempo. Es cierto, no fue suficiente y falta mucho, pero como lo señaló el presidente Santiago Peña el viernes último en Caaguazú: “Esta insatisfacción es nuestro combustible para seguir luchando y trabajando por mejorar la calidad de vida de todos los paraguayos”.

La Iglesia católica siempre ha sostenido que la tierra es un don de Dios para todos y es dentro de esta visión del bien común que se deben buscar las soluciones a los enfrentamientos y las tensiones sociales, con el respeto y la puesta en práctica de las leyes vigentes.

En ese sentido, me parece oportuno recordar la homilía pronunciada en Caacupé en el 2008 por el entonces nuncio apostólico en el Paraguay, Mons. Orlando Antonini: “A la Iglesia no le compete asumir el rol de una oposición político-partidaria a los gobiernos. A la Iglesia compete lo que la Constitución prevé y lo que los obispos paraguayos ya recordaron: colaboración en las materias que corresponde e independencia y autonomía, por lo tanto: sin abdicar su rol profético de anuncio y denuncia si es necesario, como con cualquier otro gobierno de cualquier signo político”.

Por eso, cada uno de nosotros está llamado a ser protagonista del cambio y no esperar como siempre que este venga de arriba, pues esta es la excusa perfecta para no hacer nada y seguir esperando que el gobierno de turno –sea del color que sea– solucione siempre todos nuestros problemas.

Las diferentes reacciones que escuchamos, vemos y leemos luego de cada homilía en Caacupé son simplemente reflejo del moralismo que es la mera insistencia sobre los deberes éticos, los valores, por sobre lo que fundamenta dichos valores y el comportamiento humano. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

Dejanos tu comentario