• POR MATÍAS ORDEIX
  • Socio del Club de Ejecutivos

En nuestro país tal reza la historia: hay muchas empresas David y unas cuantas Goliat. Eso es normal en todos los paí­ses. Muchas de estas últi­mas suelen adquirir a las pequeñas David, sumar­las a su holding. Es parte de las reglas del mercado. Sin embargo, lo que no es justo es que los grandes abusen de su condición de poder con deslealtad. Por­que las grandes empresas, sin valores o éticas y en una sociedad con altos niveles de corrupción, son letales para el universo de los nego­cios locales.

Afortunadamente, también hay empresarios paragua­yos grandes y muy decentes que han construido impe­rios, pero con pilares lim­pios, sumándole a sus bases de sostén la honestidad, el respeto, el apego a la ley y el compromiso social. Empresas modernas (aunque no necesa­riamente nuevas), que saben que la manera de hacer nego­cios es solo una: “En forma recta y transparente”.

No obstante, sonados grupos empresariales se han cons­truido con cimientos negros, donde el contrabando, el amaño en las licitaciones, el incumplimiento de las nor­mas, entre otros, son su día a día. Y no les importa, por­que han crecido tanto, que sus tentáculos de poder llegan a políticos, jueces y autorida­des deshonestas. ¡¡Y esto sí es injusto!!

No da gusto y es amargo que uno se preocupe todos los meses por cada centavo de impuesto (debidamente declarado), aportes sociales, permisos gubernamentales (INAN, Senave, Dinavisa, etc.), y los Goliat pasen bajo el puente en forma constante, evadiendo todo tipo de car­gas impositivas o permisos, sin despachar la mercadería o simplemente adulterando documentos legales.

Pero la pregunta que corres­ponde, es: ¿Por qué lo siguen haciendo? Empresas millo­narias, que ya no necesitan torcer el juego para ganarlo. Y continúan menoscabando los principios éticos básicos en los negocios, siendo verdade­ros “comerciantes pistoleros”. ¿Qué necesidad hay?

Un país debería construirse entre todos. Los empresa­rios juegan un papel impor­tantísimo en el crecimiento de una nación. Somos claves para apuntalar el desarrollo económico y social de nues­tra tierra. Y si podemos apor­tar crecimiento, hagámoslo en forma transparente, hon­rada, procurando el triple impacto (social, medioam­biental y económico). Porque la “sostenibilidad” no es una palabra de moda, es el hoy y el futuro de hacer los negocios en todo el mundo. Donde la competitividad funciona con reglas claras e informaciones sin fronteras.

Debemos ser más David y luchar contra los Goliat, que no nos tiemble la honda, al momento de manifestar esta situación de desigualdad empresarial. Seamos más los que queremos realmente, de corazón, dejar una huella en nuestra sociedad. No hay nada más lindo que ver crecer nuestros negocios, nuestros colaboradores y sus familias, bajo una sola consigna: hagá­moslo “honestamente soste­nible”. Pues la corrupción no tiene futuro.

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