En esta vida no podemos ser todo para todos, pues podremos terminar por decepcionarnos a nosotros mismos y a los demás, dado que esperarían de nosotros lo máximo, siendo inevitable como seres humanos que podamos equivocarnos o fallar de vez en cuando.

Todos tenemos nuestros propios límites. Es bueno entender que hay cosas que no deberíamos hacer por los demás, puesto que ellos también deben tener la capacidad para hacerlo por sí mismos.

Es bueno que podamos fijar unos límites sensatos. Si no hablamos de nuestras necesidades reales, solo podríamos causarle frustración a otros, lo cual tendería a enfurecernos con los demás y perder la calma y la confianza necesaria en nosotros mismos.

En nuestras organizaciones siempre hay personas a quienes les agrada prestar atención a las necesidades de los demás, escuchando sus deseos y tratando de agradarles y complacerlos. Pero muchas veces cuando se presenta una oportunidad de promoción dentro de las mismas nadie piensa en él o ella.

Cuando alguien nos pide algo muchas veces nos mostramos predispuestos a ayudar a los demás anticipándonos incluso a sus necesidades. Pero también como personas necesitamos ser lo suficientemente asertivo para decir: “Lo siento, ahora no puedo”.

Las personas que poseen una alta capacidad interpersonal se muestran seguros y decididos, manteniendo la calma y la confianza, siendo persistente. Tienen claro lo que piensan y así se los transmiten a los demás.

Por el contrario, las personas inseguras se muestran vacilantes acerca de lo que podría hacer por los demás y en contrapartida lo que esperas de ellos. Actúan según el momento y raras veces piensan en lo que sienten y lo que necesitan los otros.

Por más que una situación sea repetitiva se enfrentan a ella con los mismos miedos e incertidumbres en lugar de hacerlo con seguridad y la forma en que deberían reaccionar de ser necesario.

No se trata de que lo que decidamos o deseamos, nos garanticen automáticamente su obtención. La resistencia puede producirse aún en las peticiones más sopesadas.

La mayoría de nosotros deseamos muchas cosas, pero no todas son necesarias. Las personas con inteligencia interpersonal tienen la capacidad de poder diferenciar entre las necesidades y los deseos.

Por el contrario, tenemos a otros quienes dejan los asuntos de menor prioridad como temas primordiales, ya que conceden igual importancia a los problemas que se les presentan, haciendo que sus preocupaciones sean múltiples.

Por más que seamos capaces de distinguir nuestras necesidades de los deseos, no podemos dedicarle horas a resolver los temas que involucren a nuestras necesidades interpersonales.

Para que podamos definir más claramente las mismas se torna imperativo que revisemos los temas importantes que se nos plantean en nuestro día a día.

No importa lo directo y sincero que seamos cuando nos toque transmitir nuestras necesidades, pues no existe ninguna garantía de que se los lleven a cabo.

La comunicación siempre es como una calle de doble sentido. Es posible que obtengamos una respuesta, y que no sería la que realmente deseamos. El éxito nuestro estará concentrado en la forma en que recibimos las respuestas aun desfavorables.

El permanecer tranquilo y conservar la confianza es una de las claves cuando encontremos resistencia u oposición a nuestros deseos.

Cuando nuestros pedidos no tienen respuestas o son resistidos, lo más inteligente es que nos preguntemos cuál es nuestro objetivo, lo cual nos permitiría poder seguir concentrados en nuestras metas en lugar de dar rienda suelta a nuestras emociones.

También en ocasiones para poder definir nuestras necesidades nos podrían obligar a dar una explicación. Lo positivo en este caso es darlo, pero no manteniéndonos a la defensiva, ofreciendo un razonamiento breve, respetuoso y sincero de nuestras posturas.

El detenernos en lugar de seguir hablando le daría espacio a nuestro interlocutor para que pueda replicar e incluso poder poner objeciones a nuestras palabras. Así de simple.

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