Los hiperbolianos insisten tozudamente en instalar la idea de que vivimos tiempos similares a la dictadura de Alfredo Stroessner. Lo hacen políticos de visión amputada por el fanatismo, la ignorancia o la mala fe en alianza con sus consortes mediáticos. Los sobrevivientes de la barbarie de aquella época son conscientes de que no existe una línea de aproximación siquiera. Los que nacieron a mediados de la década de los 80 no se interesaron en conocer ese periodo trágico de nuestra historia o, peor, lo aprendieron desde una perspectiva sesgada a partir de la reproducción oral de dichos acontecimientos, porque, lamentablemente, no forman parte de la malla curricular del sistema educativo nacional. Aunque debiera ser una asignatura obligatoria, detallando crudamente las violentas represiones –exilios, torturas, desapariciones y muertes– contra quienes mostraron resistencia a la brutalidad del régimen. Fue un gobierno deshumanizado que no tuvo piedad con nadie. Menos con aquellos que tenían un pensamiento autónomo.
El Departamento de Investigaciones de la entonces Policía de la Capital y la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos (“La Técnica”), dependiente del Ministerio del Interior, competían en saña y bestialidad a la hora de martirizar a sus víctimas para “hacerlas declarar” aunque sean inocentes. La simple sospecha de conspiración era credencial suficiente para someterlas a los más indescriptibles vejámenes. Descabelladas denuncias, en la mayoría de los casos surgidas de intrigas ocasionadas por celos políticos, hasta enemistades personales. Muchos detenidos entraron vivos y salieron muertos. O nunca más salieron, porque aún siguen desaparecidos. No era menos tétrica la Comisaría Tercera. Lo único seguro era la inseguridad que vivíamos. Uno podía ser apresado sin razón aparente ni procedimientos judiciales. La inapelable “orden superior” estaba por encima de la Constitución Nacional. Incluso, algunos antiguos aliados pasaron a convertirse en nuevos enemigos por confabulaciones palaciegas. Otros, con los estertores del régimen, se declararon abiertamente en contra de la continuidad del dictador, ubicándose en la línea de los “traidores”.
Alcibiades González Delvalle (Abc Color) y Antonio Pecci (Sendero, Criterio, Diálogo, Frente, entre otros) son dos sobrevivientes de las mazmorras del estronismo. El primero se volvió un habitué forzoso del Departamento de Investigaciones; el segundo, también protagonista del teatro de vanguardia, pasó unas “largas vacaciones” en Emboscada, donde, en compañía de Emilio Barreto, armó un elenco con los presos y realizó la representación de ocho obras. Ninguno se doblegó ante la dictadura. Ni arriaron su dignidad y coraje. Con Alcibiades y Antonio participé a inicios de semana de la presentación de una nueva edición del libro “Memorias de José Asunción Flores”, editado precisamente por ambos compañeros, con el agregado de un imprescindible contexto para su mejor interpretación. Fue en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, actividad organizada por la coordinación de las carreras de Ciencias de la Comunicación y de Letras. El creador de la guarania vivió y murió en el exilio. Pero, como dije en la ocasión, no fue el único. En el campo de la música sufrieron idéntico destino Carlos Lara Bareiro y Teodoro S. Mongelós; en la narrativa, Gabriel Casaccia Bibolini y Augusto Roa Bastos; en la poesía, Elvio Romero, y en la política y la academia, el republicano Osvaldo Chaves, fundador y primer director de la Escuela Superior de Humanidades, que sentó las bases para la actual Facultad de Filosofía. Como la lista sería interminable, me limité a citar esos ejemplos.
Para los nostálgicos de la bestialidad y la incultura y los que pretenden convencernos de que hemos retornado a los oscuros días de la dictadura vale como muestra para derrumbar el argumento de los mistificadores de la realidad el mismo acto del que estamos hablando. Un homenaje a José Asunción Flores era impensado en aquella época en que algunos eran felices y la mayoría no lo sabíamos. Por su orientación ideológica (fue recibido con honores en Moscú y China popular) no solo le impidieron el ingreso a su propio país, sino que hasta quisieron desconocer su paternidad como creador de este genero musical que está a punto de elevarse a la categoría de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidades para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Existirían, por entonces, tres escenarios posibles: 1) que el encuentro sea “totalmente prohibido” por orden superior, con suficientes policías y civiles mimetizados en los alrededores para que la arbitraria disposición se cumpla; 2) que el acto se realice por breves minutos hasta que irrumpan las fuerzas represivas para “disolver” a garrotazos a los asistentes y apresar a los “cabecillas”, y 3) el más kafkiano de los arrebatos de omnipotencia del “único líder”: el acto está permitido, pero nadie puede entrar.
La democracia no es un proyecto acabado. Es un proceso en constante perfeccionamiento. De construcción continua. La posibilidad de juzgar dentro de este modelo de gobierno los desaciertos y las virtudes de sus administradores temporales y de la clase política en general es la dialéctica insustituible para avanzar hacia un estadio idealizado de convivencia. Un estadio que irá ampliando su horizonte en la medida en que la sociedad ensanche el reclamo de sus derechos fundamentales. Flores habría sido un insobornable crítico a la situación que vivimos. Pero lo haría dentro de su propio país y sin riesgos de brutales represalias. Es todo lo que tenía que decir. Buen provecho.
La Compañía Teatral Roque Sánchez - Graciela Pastor estrena la obra “Florania”, un tributo a José Asunción Flores en el año del centenario de la guarania, con texto y dirección de Erenia López; este viernes a las 21:00, en el teatro “Federico García Lorca” de la Manzana de la Rivera, ubicada en Ayolas 129 entre El Paraguayo Independiente y Benjamín Constant, en Asunción.
Con escenas frescas, coloridas, dinámicas e inspiradas, se irá contando el bagaje creativo que caracterizó a Flores, sin descuidar aspectos relevantes de su vida, desde su humilde rincón en la Chacarita, su paso por la Banda de Músicos de la Policía, su formación con grandes maestros y su exilio en Buenos Aires, desde donde rechazó en más de una ocasión ser condecorado por los gobiernos de turno.
No se va a dejar de lado la unión creativa de José Asunción Flores con el inmortal poeta Manuel Ortiz Guerrero, de cuya inspirada amalgama surgieron las legendarias guaranias: “India”, “Ne rendape aju”, “Panambi Vera”, “Paraguaype”, “Kerasy” y tantas otras. Se pretende lograr un montaje digno de estos dos grandes creadores, para dar origen a una obra teatral surgida con la intención de elevar el orgullo patriótico y de dar a conocer a dos pilares de la música y la creatividad nacional.
La puesta cuenta con las actuaciones de Alberto Sánchez Pastor, Pedro Maciel, Alicia Sánchez Noé, Marcelo Sánchez Garayo, Camilo Sánchez Pastor, Ángel David López, Manuel Coronel, Rodrigo Alcaraz, Ariel Ortega, Pablo Denis y Justine Salsamendi. La producción general del espectáculo está a cargo de Alberto Sánchez Pastor. Las entradas cuestan G. 80.000, dos por G. 120.000 y tres por G. 150.000, que pueden ser adquiridas comunicándose al 0981598127 o 0981454251.
Este montaje coincide con el centenario de la guarania, ritmo musical que se estrenó en enero de 1925 y que fue declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en diciembre de 2024. Además, esta primicia escénica se da en el marco de los 68 años de la compañía teatral, a partir del debut, la noche del lunes 13 de julio de 1957, en el Teatro Municipal “Ignacio A. Pane” con la obra argentina “Tan chiquitita y quiere casarse”.
El autor de este relato recrea los hechos que rodearon a un mítico concierto que fue frustrado por el levantamiento militar que depuso al gobierno de Federico Chaves y allanó el camino del acceso al poder a Alfredo Stroessner.
Por Óscar Bogado
Fotos Gentileza
El jefe de la Policía estaba inusualmente inquieto. Debía ir a su despacho a firmar unos cheques para el pago de los salarios del personal, ya ansioso por percibir sus haberes. Aunque magros, por lo menos eran seguros en el ambiente de crisis que azotaba al país y que alentaba a muchos compatriotas a emprender ese otro exilio, el económico.
Roberto L. Petit estaba por cumplir cuatro meses en el cargo y, también, a punto de enfrentar una prueba de fuego. El presidente Federico Chaves lo había designado en ese puesto, siempre polémico y difícil, inapropiado para él, porque necesitaba contar con gente de confianza en ese sitio clave. Petit lo había aceptado con protestas y lo ejerció con estoicismo. Era joven y sentía que el futuro todavía estaba lejos.
El frío acudió puntual ese mayo y con él, las calles del centro de la capital se llenaban de silencio apenas se extendía la oscuridad, salvo esa noche. La apertura de la cuarta temporada de la orquesta sinfónica de la Asociación de Músicos del Paraguay despertó el entusiasmo y la curiosidad de mucha gente en la Asunción de mitad del siglo pasado, privada de la riqueza cultural de otras ciudades más cosmopolitas.
Carlos Lara Bareiro regresó del Brasil a inicios de 1951. Fue a estudiar composición y dirección orquestal. Apenas llegó, se ocupó de la reactivación de la orquesta de la asociación, esta vez con una estructura sinfónica y ya ese mismo año dio sus primeros conciertos. En un país con las arcas públicas exhaustas no sería fácil impulsar un proyecto semejante.
Luego de haber agotado sin éxito varias instancias oficiales, lejos de decepcionarse y abandonar el proyecto, lo llevó adelante con la asociación, que aglutinaba a muy buenos intérpretes.
AMBICIOSO PROGRAMA
La orquesta era una realidad y el día en el que transcurre esta historia se iniciaba una nueva temporada con la presentación de un ambicioso programa, dedicado al homenaje de la independencia del Paraguay, que incluía a la “Heroica”, la tercera sinfonía de Beethoven, la que había revolucionado la creación musical apenas iniciado el siglo de Napoleón y de Darwin, cerrando el periodo clásico. Como había sentenciado el austriaco Joseph Haydn, “nada sería igual desde entonces”. Esta obra disruptiva fue la elegida para iniciar una nueva y difícil temporada de conciertos, en el mejor escenario de Asunción, el Teatro Municipal. El concierto se inició puntualmente. La puntualidad no tendría que ser algo destacable, pero en Paraguay es inusual. El concierto comenzó a las 21:15 cuando la orquesta hizo sonar, como golpes, los dos primeros acordes del primer movimiento de la “Heroica”, una pieza estruendosa que llenó el auditorio de entusiasmo y sorpresa.
Apenas comenzó el movimiento inicial, con un cautivante allegro con brío, se escucharon fuertes detonaciones y el traqueteo de metrallas en las espaldas de la orquesta. Parecía que estaban atacando el teatro. El maestro Lara Bareiro pensó que las detonaciones eran petardos lanzados por algún saboteador, pues el incipiente movimiento sinfónico paraguayo tenía sus detractores.
Por ello, trató de ignorarlos; pero en los énfasis que marcaba en la ejecución de la sinfonía se notaba su nerviosismo, era evidente que algo no andaba bien. Las distorsiones rítmicas y disonancias del primer movimiento quedaron en un segundo plano ante la persistencia de los evidentes disparos. El público comenzó a salir. El concierto siguió, surreal, hasta los primeros compases de la segunda parte de la obra: “La marcha fúnebre”. Más de uno asoció la marcha con lo que se venía: otro episodio sangriento que arrastraría a inocentes y enlutaría hogares. Otros no repararon en ese detalle, solo querían salir de la sala.
UNA ALDEA
La ciudad de Asunción, en esa época, era un poco más que una aldea. Al ser pequeña, permitía a los vecinos conocerse, tratarse y, digámoslo también, controlarse. El centro hacía honor a su nombre y reunía toda la actividad política, administrativa, comercial y hasta cultural y recreativa de la comunidad e inclusive del país. Todo quedaba cerca.
Por eso no era raro que aquel martes en el bar Odeón, que estaba ubicado próximo al Teatro Municipal y en las inmediaciones del Cuartel Policial, se congregaran funcionarios del Gobierno, políticos de diversas corrientes, bohemios, periodistas, músicos de la orquesta y hasta el jefe de Policía quien, haciendo un alto en su camino, pasó a saludar a sus amigos, habitualmente reunidos en el bar.
Minutos antes del concierto, se incrementó la concurrencia en el Odeón. Entre copas y el humo que se espesaba, la función que estaba por comenzar era uno de los temas dominantes de la mesa más concurrida; era toda una proeza sostener una sinfónica y presentar un repertorio digno de cualquier escenario europeo y, lo mejor, incluyendo composiciones paraguayas.
Pero de lo que más se hablaba, sin duda, era de la situación política. El gobierno de Chaves se había deteriorado con la inercia normal del ejercicio del poder y la insatisfacción que genera no poder cumplir con todas las ambiciones como resolver los problemas de la recesión económica que parecía proverbial en el Paraguay.
Apenas iniciado el año se había dado un quiebre con importantes líderes del partido oficialista, encabezados por Epifanio Méndez Fleitas, quienes, afianzados como estaban en el arte de la conspiración, se embarcaron en ese puerto, buscando aliados entre los militares para tumbar al gobierno, vicio que se había vuelto recurrente desde la posguerra del Chaco.
PUGNA
Lo que no sabían era que Alfredo Stroessner, en ejercicio de la Comandancia del Ejército, no se dejaría utilizar, sino todo lo contrario. La pugna estaba entre dos sectores, entre los partidarios de Chaves y los de Méndez Fleitas. Terminaría ganando un tercero, un militar hasta entonces subestimado.
Había malestar en los cuarteles por ciertas movidas que se dieron en la víspera, buscando consolidar lealtades y prevenir insurrecciones. Una de las reglas no escritas del manejo del poder era que todo gobierno debía contar con la adhesión de la Caballería para sostenerse; lo mismo se aplicaba para quienes pretendan derrocarlo.
En esa inteligencia, el presidente Chaves tenía en Campo Grande a uno de sus principales aliados, el coronel Néstor Ferreira.
También había fortalecido a la Policía, dotándole de armamento bélico para tener mayor resguardo, bajo la conducción de uno de sus hombres más confiables e íntegros. Lo cierto es que, aun con estas precauciones, se avecinaba un golpe de Estado.
Petit restó importancia a los rumores. Sin embargo, su intranquilidad evidenciaba una preocupación incómoda. Sus compañeros de mesa volvieron a insistirle en que deje la Comandancia de la Policía, que aquello no era para él, que se estaba postergando; aunque más de uno destacó que era mejor tenerlo ahí, en ese estamento, con su rectitud y civismo, y no a otro, que no dudaría en reprimir a cualquier ciudadano por motivos fundados o no, como ocurría antes y se repetiría después.
MOVIDAS
Ingenuamente, el coronel Néstor Ferreira se presentó ante Stroessner, en la comandancia del Ejército. Le debía una explicación sobre las movidas de la víspera que afectaron al mayor Virgilio Candia, partidario suyo. Y lo que es peor, le advirtió que, si él no regresaba a su división antes de las diez de la noche, la Caballería tenía instrucciones de movilizarse. Por supuesto, ante estos condicionantes, Stroessner no dudó en apresar a Ferreira y acelerar el alzamiento militar que ya tenía resuelto ejecutar.
La insurrección se inició cerca de las veintiún horas del 4 de mayo de 1954, cuando el Batallón 40, un cuerpo de élite del Ejército, atacó el Cuartel de Policía, bajo la conducción del teniente coronel Mario Ortega. Un centenar de soldados se apostó sobre la calle El Paraguayo Independiente, frente a la Policía, y otros más la rodearon, desplegándose por la calle Nuestra Señora de la Asunción. La Caballería, acéfala en esas horas decisivas, dudó en entrar en combate y perdió la mano.
Los enfrentamientos se dieron exclusivamente en el centro de la capital, especialmente en los alrededores del Cuartel de Policía, es decir, en las adyacencias del Teatro Municipal, justo cuando el primer movimiento de la “Heroica” estaba atrapando la atención del público que colmaba la sala, arrancándole al director de la orquesta del éxtasis al que lo había llevado la intensidad creativa de Beethoven y lo anhelado de ese momento, del sabor especial que confieren los logros antecedidos por incontables dificultades. Aun con la confusión reinante, el maestro Carlos Lara Bareiro quiso seguir con el espectáculo y dispuso que la orquesta inicie “La marcha fúnebre”, hasta que el griterío y la irrupción de los militares los obligó a interrumpir el concierto y abandonar el teatro.
Simultáneamente, en uno de los pasillos del cuartel, Roberto L. Petit era alcanzado por una de las balas enemigas y, aunque fue auxiliado por sus atacantes por orden del comandante del Batallón 40, quien así lo dispuso apenas se enteró del hecho, llegó al hospital ya sin vida.
Las circunstancias que rodearon a la muerte de Petit, una herida pequeña, el vehículo que se averió en el camino, el tiempo perdido y la falta de cuidados de emergencia en el trayecto le confieren a este episodio un tono aún más trágico. Con frecuencia, en las insurrecciones se omiten los recaudos de primeros auxilios y, en más de una ocasión, se han lamentado víctimas que podían salvarse. Este fue uno de esos casos. Se puede concluir, no obstante, que el destino se empeñó en cumplir sus designios sin que la acción humana pudiera impedirlo.
PRONTA DERROTA
Las fuerzas gubernistas no tardaron en ser derrotadas, algunos combatientes leales huyeron hacia los bajos del antiguo Cabildo; otros se dispersaron por las inmediaciones. Una veintena de bajas quedó como saldo de los enfrentamientos. Poco se sabe de estos muertos casi anónimos. El presidente Chaves estaba detenido en el Colegio Militar, donde fue a buscar refugio. La suerte estaba echada y todo había acabado para él.
El maestro Lara Bareiro, lejos de huir o guarecerse, deambuló por el centro, donde todavía se daban algunos enfrentamientos. Parecía en otra dimensión. Decepcionado por no poder concluir el concierto al que tanto tiempo y esfuerzo dedicó, el futuro de la orquesta se volvía aún más incierto.
Entendía perfectamente quiénes estaban detrás del golpe y lo que podía esperar de ellos. Caminaba sin rumbo aparente mientras daba rienda suelta a sus ideas, invisible ante los retenes que fueron improvisándose. Todavía persistían algunos disparos, cada vez más lejanos. Miró las paredes carcomidas por la furia de los proyectiles sediciosos, pero no pudo identificar si esos rastros eran recientes o formaban parte de las huellas de rebeliones anteriores.
De repente se sobresaltó y volvió al presente al encontrar en la intersección de las calles 25 de Mayo y Yegros el Ford Mercury de Roberto L. Petit, averiado por algún disparo que alcanzó el motor, abandonado con rastros de sangre. El resto de la historia pudo construirla sin mayor esfuerzo. Adivinó la muerte que muchos quisieron evitar y tantos lo lamentarían. El país perdía un buen hombre, un hombre decente. El frustrado director de orquesta miró al cielo y dijo: “Esto no es el fin, Roberto, es apenas el comienzo”.
Paraguay debe diversificar su economía para un mayor desarrollo, dice economista
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El economista Daniel Correa analizó la situación actual de la economía del país tras la caída de la dictadura. Afirmó que Paraguay necesita diversificar su economía para atraer inversiones y lograr el máximo desarrollo. Agregó que aún se depende de un modelo tradicional.
Durante esta jornada, Paraguay recuerda una de las fechas más importantes de su historia: el golpe de Estado del 2 y 3 de febrero de 1989, que puso fin a la dictadura de 35 años de Alfredo Stroessner. Desde esa fecha, el país aspira a la consolidación de una economía que le ayude a alcanzar su máximo potencial.
Desde este punto de vista, el economista Daniel Correa hizo un análisis sobre la situación económica actual. “Creo que nos falta un gran salto para el desarrollo. Nuestra economía sigue siendo muy dependiente de estos sectores tradicionales, que ya en los setenta habíamos desarrollado. Un sector agropecuario muy tradicional, muy dependiente de factores climáticos, y no hay otros motores que nos permitan desarrollarnos”, dijo en entrevista con la radio Universo.
El experto consideró necesario realizar una gran reforma estructural económica y diversificar la economía en sectores con poca inversión actual, para lograr un desarrollo sólido, sostenible y equitativo para todos los estratos sociales.
“Necesitamos que Paraguay se convierta en un atractivo para el inversor y que efectivamente se pueda generar ese proceso de incorporación masiva de inversiones, sobre todo en sectores no tradicionales, como los de servicios, innovación, tecnología e infraestructura. Lógicamente, ese proceso no suele ser rápido”, explicó.
Paraguay tiene un escenario propicio para pensar en dicha reforma porque viene haciendo un buen trabajo en materia de macroeconomía; sin embargo, es necesario potenciar la microeconomía para que “lo que estamos alcanzando empiece a llegar a la gente”.
El golpe que cambió la historia: Paraguay a 36 años del fin de la dictadura
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El golpe de Estado del 2 y 3 de febrero de 1989 representa una de las fechas más importantes en la historia de nuestro país, puesto que puso fin a una dictadura de 35 años, la cual estuvo encabezada por Alfredo Stroessner, convirtiéndose en la más extensa de América Latina. Este hecho dio paso al avance hacia la democracia con libertades que eran impensadas durante el régimen stronista.
A lo largo de este material, abordaremos algunos puntos que marcaron la historia de nuestro país, así como aquellas conquistas ciudadanas obtenidas luego del fin de esta época oscura que se robó la voz de la ciudadanía por tantos años.
Alfredo Stroessner, cuya figura militar estaba en alza en 1954, llega al poder luego de ser propuesto como candidato por el arquitecto Tomás Romero Pereira, quien estaba a cargo del gobierno de forma provisoria, todo en un contexto de mucha inestabilidad política derivada de la Guerra del Chaco y otros eventos que le sucedieron.
El dictador asume la presidencia del país tras unas elecciones donde no tuvo competencia alguna y este fue el comienzo de la consolidación de un régimen que estuvo marcado por las censuras, represión, torturas, abusos en contra de los derechos humanos, exiliados, además de un sistema prebendario que le permitió establecerse por más de tres décadas.
A 36 años del golpe de Estado que removió a Alfredo Stroessner del poder. Foto: AFP
Este régimen causó la fuga de las mentes más importantes de Paraguay en ese entonces, afirma el informe “Ventanas Abiertas”, elaborada por la Comisión de Verdad y Justicia en donde mencionan que durante la dictadura de Stroessner y de Higinio Morínigo, el cual le precedió, motivaron el éxodo de figuras como la de Augusto Roa Bastos, José Asunción Flores, Arturo Fleitas, Herminio Giménez, Carlos Lara Bareiro, entre otros.
Asimismo, medios de comunicación que no respondían al régimen también fueron clausurados y suspendidos como es el caso de Abc Color y Ñanduti, los cuales al término del régimen, abrieron nuevamente sus puertas y continúan funcionando hasta la fecha.
Pese a que Paraguay aún vive en una etapa democrática relativamente joven y los recuerdos de la dictadura aún están latentes y en la memoria colectiva. La ciudadanía puede gozar de libertades que bajo el régimen stronista resultaban lejanas hasta el punto de considerarse imposibles.
Movilizaciones ciudadanas con gran fuerza impidieron que el Congreso dé vía libre a la posibilidad de una reelección presidencial, durante la pandemia del Covid-19, las personas rompieron el aislamiento y se trasladaron hasta la capital del país para exigir transparencia en el manejo de los recursos y pedir la destitución de varios ministros que carecían de la credibilidad por parte del pueblo.
La ciudadanía recuperó el derecho a movilizarse y a pronunciarse respecto a la decisiones del Gobierno. Foto: Archivo
La información pública está al servicio de la ciudadanía y las instituciones están obligadas a proveer los datos respecto a las contrataciones, gastos realizados, entre otros. Más allá de la incomodidad que genera la prensa a ciertos sectores políticos, estos carecen de facultades legales para censurarlos, y por informaciones vertidas de los medios de comunicación, incluso se han destituido a grandes figuras de los sucesivos gobiernos.
En la actualidad y desde el golpe de 1989, el funcionamiento de la prensa ha tenido y gozado de amplias libertades para el ejercicio de su rol, a pesar del debate que generan ciertos aspectos que tienen que ver con el límite de la intimidad o cuando se trata de asuntos como la seguridad del propio presidente de la República.
La oposición, la cual anteriormente estaba imposibilitada a pelear por cargos públicos, fue perseguida y censurada, sin embargo, hoy es protagonista en la escena política a nivel país. Fernando Lugo, quien era una figura ajena a la política en ese entonces y que surgió por fuera de los partidos tradicionales, asumió la presidencia en el 2008 en unas elecciones abiertas, derrocando la hegemonía colorada que estaba instaurada hasta ese momento y a lo largo de los años, ha tenido liderazgos notorios.
Si bien aún queda un largo trecho a transitar en torno a posicionar a la democracia como un sistema sólido en nuestro país, es importante tener presente todos los hechos que sucedieron durante la dictadura de modo a no experimentar retrocesos y seguir afianzando este sistema político por sobre cualquier otro.