Hoy es el día de elecciones presi­denciales en los Estados Unidos. Llegó el momento de elegir a la persona más poderosa del planeta por al menos cuatro años. El nuevo presidente asumirá el 20 de enero de 2025 y hasta ese día, si el destino no dice otra cosa, Joe Biden regirá aún al gran país del norte.

El candidato demócrata, quien en 2020 obtuvo una victoria hasta hoy cuestio­nada por algunos sectores afines el Par­tido Republicano, no tuvo más remedio que ceder su candidatura a su vicepresi­dente Kamala Harris. No se sabe si por estrategia o por las condiciones de salud con la que llegaría hasta esta instancia o peor aún, lo que le depararía en caso que continuar en campaña y lograr hoy una hipotética victoria.

La decisión de los demócratas (algu­nos dicen que fue Barack Obama quien influyó) dio otra oportunidad al partido en el Gobierno porque, de lo contrario, los comicios de hoy hubiesen sido un trámite para Trump por como venían las mediciones y las tendencias.

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Biden permanecerá en el cargo con más sombras que luces. Bajo su periodo presidencial se produjo el desastre de la retirada norteamericana de Afga­nistán, Putin tomó valor y mandó al ejercito ruso a invadir Ucrania y el Medio Oriente, donde los actores están fumando sentados sobre un barril de pólvora, alguien encendió la mecha que por momentos se apaga, pero solo para encenderse y tomar fuerza.

No se puede desconocer que Biden apoyó a Israel en su lucha contra el terrorismo radical islámico, ese que amenaza también a Occidente sin que nos podamos percatar y que cuando lo hagamos ya será tarde. Tampoco se puede desconocer el apoyo a Ucrania tras la invasión rusa. En ambos casos, con cierta reticencia y no en la manera que se esperaba.

Las decisiones de la actual adminis­tración de alguna manera favoreció a quienes lo ven como un gobierno débil. Los chinos, rusos, iraníes, norcoreanos y todo el radicalismo oculto detrás de un falso progresismo han sido parte de este grupo.

China ha aumentado de manera gradual y uniforme su influencia en varios luga­res del mundo, incluso aquellos donde antes eran considerados “patio trasero” de Washington, hoy son sitios donde China desarrolla una puntada más de su Ruta de la Seda y el puerto peruano de Chankai es uno de ellos.

Nunca antes habían amenazado tan abiertamente a Taiwán. Nunca antes ni Hamás, ni Hezbolá, ni los iraníes se habían atrevido a atacar directamente a Israel en su propio territorio.

Nunca antes los hutíes, que controlan Yemen, se habían atrevido a atacar al tráfico marítimo comercial, lanzando piratas y drones cargados de explosivos contra ellos. Los hutíes tomaron valor y atacaron a Emiratos Árabes Unidos en 2021 y desde el 7 de octubre de 2023 también a Israel.

Tampoco nunca antes los norcoreanos se habían atrevido a salir de su herme­tismo y hoy, pese a los descomunales problemas logísticos y de comunica­ción con los rusos, sus soldados están a punto de luchar contra Ucrania, el protegido de la OTAN.

Bajo esta administración demócrata, Maduro ha desafiado nuevamente a la comunidad internacional, pero como nunca antes, se robó las elec­ciones en Venezuela ante la candi­dez del mundo que se desangra en comunicados estériles y situacio­nes absurdas.

No sabremos si hubiese sido diferente en caso de haber triunfado Trump en 2020, pero lo que sí sabemos es que el mundo ha convulsionado por conflic­tos en muy poco tiempo (cuatro años).

Tampoco sabemos si un victorioso Trump será el mismo que manejó al país entre 2016 y 2020 o si Kamala Harris, de ganar, será una extensión de la línea de Biden o traerá algo diferente.

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