• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • X: @RtrivasRivas

Desde lo más ato del poder en la Argentina se insiste en decir una y otra vez que “ahora sí”. Al parecer, siempre de acuerdo con cuatro fuentes oficialistas que dialogaron con La Nación, “los resultados de la gestión del presidente Javier Milei en sus primeros diez meses de gobierno son tan exitosos que es el momento para planificar de cara a los siete años de gobierno que tenemos por delante”.

Esos informantes de los nuevos vientos enumeran –desde la más absoluta reserva de identidad– logros: “Caída abrupta de la inflación; derrumbe del indicador de riesgo país que se ubica por debajo de los 900 puntos porcentuales; déficit cero innegociable; desregulación de los mercados; revaluación del peso frente al dólar; el enorme flujo de dólares, unos USD18 mil millones que dejaron de estar en negro para ser ahorros legales; la recuperación de los salarios y las jubilaciones contra el Índice de Precios al Consumidor (IPC)”. Eufóricos.

Pero, el “exitazo” –selectivo, por cierto– no incluye que la economía no parece despegar y que los más relevantes organismos multilaterales de crédito que operan aquí no van más allá de las buenas palabras y las fotos con sonrisas sin que lleguen fondos frescos ni se prevean en el corto plazo anuncios de nuevos acuerdos, por ejemplo, con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El optimismo es tal que sin rubor, algunos voceros comienzan a sacudir la necesidad de una “reforma constitucional para terminar con la Carta Magna de 1994″ que tres décadas atrás alcanzaron el Partido Justicialista (PJ) y la Unión Cívica Radical (UCR) cuando Carlos Menem era presidente.

La Nación solo escucha en silencio a los cuatro convencidos portavoces que confidencian la novedad sin consultarlos acerca de cómo imaginan que alcanzarán los dos tercios de voluntades parlamentarias para declarar la necesidad de la reforma, cuando para proyectos de leyes mucho menos ambiciosas (jubilaciones, presupuesto universitario) se ven en la obligación de buscar alianzas pragmáticas con aquellos que exhiban vocación ilimitada por el negocio político.

En ese contexto –también en los primeros 10 meses de gobierno– cerca de 80 funcionarios de alto rango fueron eyectados de la administración por motivos diversos que nunca quedan claros.

La semana que pasó fue el turno de la ministra de Relaciones Exteriores Diana Mondino quien fue despedida por el señor Milei después que la Argentina votara en contra del embargo estadounidense a Cuba en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde solo fueron a favor del bloqueo Estados Unidos e Israel.

Las razones del voto argentino no están claras. La versión que más se consolida con el paso de los días es que antes de que ello sucediera, la Casa Rosada tenía claro que sería así. ¿El único que lo desconocía era el jefe de Estado? Por lo menos, resulta increíble.

Reemplazante de Mondino es Gerardo Werthein, hasta el momento de su designación embajador en Washington, veterinario, vicepresidente del Comité Olímpico Internacional (COI), productor agropecuario, empresario –exlíder de Telecom y de la aseguradora La Caja– y experto en todo tipo de negocios.

Werthein, en el pasado no muy lejano, públicamente proclamó su adhesión a la expresidenta (2007-2015) y exvicepresidenta (2019-2023) Cristina Fernández a quien aseguró enfáticamente que habría de votar ante el periodista Eduardo Feinman en el canal de noticias C5N.

El ministro reemplazante arribará de regreso a Buenos Aires desde Washington cuando ya se conozca quien será el nuevo presidente norteamericano luego de las presidenciales que mañana se desarrollarán en ese país.

Una vez aquí Werthein habrá de acompañar al presidente Milei a Río de Janeiro para participar allí de la cumbre del G20 lo que despierta enormes expectativas porque será el primer cara a cara con el presidente anfitrión Luiz Inácio “Lula” da Silva con quien mantiene una fuerte disputa tanto ideológica como personal con desagradables episodios en cuyo transcurso el argentino insultó grave y públicamente al brasileño, quien desde entonces le reclama una disculpa también pública.

Javier Milei, además –como ya sucediera en las reuniones preparatorias de ese cónclave– rechaza que este país adhiera a un documento específico del G20 en procura del empoderamiento de las mujeres en línea con los contenidos de la Agenda 2030 de Naciones Unidas que el mandatario no acepta. Claramente, todo es muy dinámico aquí y cada día comienza algo novedoso que se parece mucho al más de lo mismo.

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