Uno de los principales caballitos de batalla sobre los que cabalgaron muchos políticos en las campañas electorales de años anteriores tenían que ver con la posición a ser asumida en las negociaciones con el Brasil sobre el principal activo económico que tenemos en común, que es la central hidroeléctrica Itaipú. En los últimos 50 años, la relación de ambos países tuvo sus matices en torno a la binacional, pero la sensación que siempre quedaba era que el más grande siempre se aprovechaba del socio más pequeño.
En el caso del presidente Santiago Peña, a diferencia de la política mendicante aplicada por su antecesor, Mario Adbo Benítez, quien incluso estuvo a punto de hipotecar el futuro de la binacional con la firma de la famosa “Acta Secreta”, desde un principio se propuso una negociación de igual a igual con el gigante sudamericano. Y así lo hizo al sentarse con el presidente brasileño Luiz Inácio “Lula” da Silva para imaginar una relación que pueda durar por los próximos 50 años, teniendo en cuenta que en 2023 el tratado había cumplido medio siglo.
Estoy casi convencido que ni los analistas más optimistas se habrán imaginado un acuerdo como el que se firmó en mayo pasado, cuando no solo se logró que la tarifa de Itaipú no baje –como era la pretensión brasileña– sino que además se estableció un valor superior que garantizará al lado paraguayo, realizar inversiones por valor de casi 1.950 millones de dólares, por los próximos tres años lo que podría generar “una revolución” en el país.
Por si fuera poco, cuando el pasado viernes 1 de noviembre se confirmaba el récord mundial Guinness alcanzado por la Central Hidroeléctrica Itaipú luego de haber superado los 3.038 millones de megavatios hora (MWh) de energía generada desde el inicio de sus operaciones en 1984, ese mismo día se anunciaba la apertura del mercado brasileño para la venta de la energía paraguaya, fue como la guinda de la torta dentro de este proceso de negociación. Sin dudas se trata de un hecho histórico puesto que representa una gran oportunidad para nuestro país que tiene todavía excedentes de energía y sobre todo, la posibilidad de explorar e instalar nuevas fuentes de generación, ya que existe un mercado como el brasileño interesado en importar energía de cualquier fuente, es decir, ya sea de otras represas, o solar-fotovoltaica, biomasa o algún tipo de biogás.
Es cierto, todavía faltan definir los términos que regirán un nuevo anexo C, pero a la luz de los resultados ya obtenidos, podemos confiar en que lo mejor está todavía por venir. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.