Este martes se celebran las elecciones en los Estados Unidos y marcará un punto de inflexión en la política interna de ese país y el mundo. El pueblo norteamericano tiene dos candidatos muy diferentes: Donald Trump, del partido Republicano, y la candidata del partido Demócrata, Kamala Harris.
También habrá elecciones al Senado y a la Cámara de Representantes (para nosotros Diputados) que se realizan cada dos años revitalizando la democracia para evitar la concentración del poder.
¿Pudo los EE. UU. contener esa concentración del poder que tanto aborrecían sus padres fundadores? Fuera de los poderes tradicionales, el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, surgieron otros. Mientras tanto, la poderosa economía norteamericana que hasta sesenta años atrás era del 40 por ciento del producto interno bruto (PIB) mundial, hoy es del 25 por ciento.
Los tiempos cambian. Convertido en un faro de libertad con su Declaración de Independencia en 1776 y su Constitución de 1787, EE. UU. fue asediado por ideas equivocadas. En el presente tiene predicamento la ideología woke izquierdista aliada con el globalismo, siendo las universidades norteamericanas su centro de difusión.
La ideología woke cuyo origen está en el marxismo lenilista fomenta la corrección política para contar con un discurso hegemónico. Sus adeptos dicen que Homero, Aristóteles, Shakespeare, Cervantes y otros son una imposición. Por ello insisten en imponer la cultura de la cancelación y la ideología de género para asestar el golpe de muerte hacia sus más acérrimos adversarios: la filosofía de la libertad y la tradición judeo-cristiana.
Kamala Harris es la representante del wokismo, la izquierda autoritaria y globalista. Al woke globalista le encanta un gobierno distante del pueblo para reemplazarlo por un nuevo orden mundial mediante la tecnocracia de las nuevas élites.
Los woke globalistas vienen por todo. Manipulan el lenguaje a través de la posverdad socialista. Resulta urgente, por tanto, plantear una resistencia siendo la única manera de lograrlo a través de la consagración de la vida, la libertad y la propiedad donde Dios es su roca firme.
Donald Trump es parte de esa resistencia. Reconoce este problema de fondo del cual también forma parte el Deep State (el Estado profundo) que considera su enemigo. El Deep State está conformado por el poderoso complejo militar industrial norteamericano, las agencias de inteligencia y el Pentágono que desean el triunfo de Kamala Harris porque les asegura la “guerra perpetua”, cuestión que también está en juego en esta elección.
Estamos ante una encrucijada para la sobrevivencia de la civilización occidental. Y el campo de enfrentamiento es la elección de este martes 5 de noviembre. Trump representa lo más cercano de la tradición conservadora de respeto a la vida, la libertad, la propiedad, en la fe puesta en Dios y en el valor de la familia.
(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”, “Cartas sobre el liberalismo”, “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la república”.