La alternancia es un proceso sano y positivo dentro de una democracia liberal. Es sinónimo de un ejercicio consciente por parte de los ciudadanos y de una dinámica en la que sociedad y partidos políticos debaten de forma constante las prioridades de sus naciones.

Dicho esto, hay que hacer una salvedad. Y es que la alternancia por el mero cambio de color o sin la construcción democrática de un debate es una falsedad, una estafa al electorado, a la sociedad y a la nación. Y eso es lo que algunos sectores pretenden en Paraguay.

Llevamos ya varios períodos presidenciales en los que la oposición carece de cualquier tipo de discurso que no sea el “antialgo”. Cada lustro que pasa es lustro en el que la dialéctica proselitista opositora se basa no en cuestiones programáticas, sino en la necesidad imperiosa de sacar a los otros del poder. Porque esos otros son malos, diabólicos y la encarnación viva de los problemas que afectan al Paraguay.

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Y, sin embargo, la oferta electoral que plantea esa misma oposición anti lo que sea está plagada de personajetes llenos de peros, cuestionamientos, procesos y dudas. De hecho, eso es algo que hasta el propio Partido Colorado ha comprendido.

Por si queda alguna duda de esa comprensión de la dinámica del cambio generacional, es cuestión de mirar las listas de las elecciones pasadas. Los colorados presentaron una gran cantidad de rostros nuevos, mientras que en filas de la oposición aparecían los mismos de siempre. Esto es algo que los propios referentes de la oposición han reconocido en entrevistas con quien suscribe estas líneas

Vayamos a ejemplos concretos de la manera en la que la oposición ofrece cambiar lo que dice que está mal, con algo que también está mal. Miguel Prieto, intendente de Ciudad del Este, pasó rápidamente de ser el posible rostro joven de la oposición, a un político repleto de cuestionamientos.

Y en este caso la decepción hasta me toca de forma personal, porque no tengo vergüenza en reconocer que cuando llegó a la Municipalidad de Ciudad del Este me parecía una opción con proyección nacional interesante. Sin embargo, se ha descubierto que en plena pandemia entregó contratos a personas de su entorno.

El nivel de descaro en el Este ha llegado al punto que una discoteca terminó convertida en una constructora. Así, con la facilidad con la que se puede cambiar la ropa. Casualmente, la disco-constructora fue mimada con varios y millonarios contratos por la administración de Prieto. Y, ¡oh sorpresa!, resulta que los dueños son amigos de Prieto y familiares de funcionarios de su confianza.

Otro rostro que podría haber sido significativo para la oposición es el de Ricardo Estigarribia. Pero el gobernador de Central todavía no cuenta cómo su familia pasó de ser modesta a ser propietaria de varios inmuebles a realizar millonarias inversiones y tener varias empresas.

De hecho, la familia de Estigarribia creció a costa de contratos de almuerzo escolar que manejaba él mismo. Y esa plata que debía usarse para cuidar de la alimentación de los niños terminó convertida en un motel.

Lejos de explicar, la oposición se ha dedicado a repetir hasta el cansancio la gambeta de la persecución política. Esa frase que si es usada por un colorado es atacada de excusa barata y repetida. Otro claro ejemplo de que seis por media docena no sirve.

Y es que algunos de la oposición dicen ser perseguidos, pero no tienen problemas en insultar a periodistas que publican sus negocios. Si no, habría que preguntarle a la senadora Celeste Amarilla.

La hipocresía desnuda de la oposición deja de manifiesto que la alternancia es buena, pero solo si les conviene a ellos, a los de sus grupos pequeños. Porque la corrupción molesta solo en manos de otros, pero no hay sinceridad sobre la propia.

Los otros son los malos. ¿Con los nuestros? Con los nuestros no hay que meterse.

Así no funcionan las cosas en una verdadera democracia.

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