Vivimos tiempos duros donde la fe de muchos ha muerto o se ha debilitado. Un tiempo así vivieron casi todos los profetas y jueces de Israel.

Habacuc vivió en una época así, durante la cual le preguntaba a Dios qué es lo que estaba pasando. Se quejaba de la injusticia reinante, había iniquidad, molestias, destrucción, pleitos y violencia, y preguntaba a Dios hasta cuándo y por qué permitía todo eso (Hab 1.2,3). Dios le dio como respuesta uno de los versículos más conocidos de la Biblia (Hab 2.4): “El justo por la fe vivirá”. O sea, Dios nos dice: Aunque no entiendas lo que estoy haciendo, aunque todos caigan a tu alrededor, aunque estés molesto por no actuar como quieres que actúe, aunque veas tremendas injusticias a tu alrededor y te preguntes dónde estoy, aunque tarde en responder tus oraciones, yo te digo: SEGUIRÁS CAMINANDO POR FE.

Si somos propensos a la preocupación o a desanimarnos, si no entendemos lo que pasa, entonces necesitamos fortalecer nuestra fe.

Algunos han hecho algo que les avergüenza, algo que no les deja en paz con su conciencia, pero están verdaderamente arrepentidos. Aun así, creen que ni Dios les podrá perdonar. ¿Por qué? Porque su fe no está fuerte. No comprenden que la sangre de Cristo cubre todo pecado del pecador arrepentido. Viven atormentados sin poder alcanzar esa paz por no tener fe en el perdón y la gracia de Dios.

Fe es aceptar que Dios me acepta. Cuando nos acercamos a Dios con fe, Él, por esa fe en Él, nos acepta por medio de Cristo.

Muchas veces, nos cuesta obedecer la Palabra de Dios porque, en el fondo, no entendemos y no tenemos una verdadera fe. Por ejemplo, el perdón o el principio del dar (“es mejor dar que recibir”, Hch 20.35 ); a cambio, preferimos no perdonar y recibir en vez de dar.

La fe es la única manera de vivir del cristiano. “El justo vivirá por fe y si retrocediere no agradará a mi alma”, dice Hebreos 10.38.

Es importante entender que la fe no es una superstición ciega. La fe no es cerrar los ojos a la realidad. La fe tiene razones y fundamentos. No es creer por creer.

Hoy, la gente, a la vez que desecha a Dios y sus mandamientos, cree en cualquier cosa: en gurús, religiones místicas, adivinos, brujos, conjuros, payeseros, horóscopos, extraterrestres, etc. En vez de creer en el Dios Verdadero, recurre a supersticiones sin fundamento alguno.

La fe tampoco es un pensamiento positivo o sentirse optimista. La fe no es un salto a la oscuridad, sino que es un paso seguro hacia la luz.

Tampoco fe es tener fe en la fe. No tenemos fe en la fe, sino fe en Dios, en su poder, en su carácter, en sus promesas, en su soberanía, en su gracia.

La fe camina sobre algo sólido, no sobre arenas movedizas. Muchos creen que la fe es caminar en lo incierto; no es así, es caminar en lo más seguro. La Biblia dice que el caminar cristiano es por fe, no por vista (2 Co 5.7). Es la confianza que descansa en la esperanza. No es un “tal vez” o un simple deseo. La esperanza, en la Biblia, es una sólida seguridad que descansa en la promesa divina.

Fe es convicción. La convicción que ve lo invisible. “La convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11.1). La fe nos lleva a la convicción de que algo que no vemos está ahí. Aun en lo natural hay muchas cosas que no vemos, pero son reales. Esa realidad invisible está alrededor nuestro. El internet, por ejemplo. El wifi contiene millones de informaciones, pero no lo vemos ni lo sentimos porque no tenemos el receptor correcto, como un móvil o computadora. Mientras no tengamos ese receptor no podremos saber lo que tiene, o dice, o se ve. Así también, la fe es la manera de bajar esas realidades espirituales a nuestro día a día.

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