• Por Víctor Pavón

Tres fueron los premiados este año con el Nobel de Economía. Daron Acemoglu, James Robinson y Simom Johnson; por cierto, los dos primeros son autores de un libro que está dando mucho de qué hablar llamado “Por qué fracasan los países”.

Los citados galardonados analizaron a las instituciones y cómo influyen sobre la prosperidad y la pobreza de los países. Creo que esta línea de investigación resulta relevante por lo siguiente:

Primer motivo. Hoy día conocemos mejor sobre las causas del desarrollo y del subdesarrollo. Cito a Adam Smith quien ya se refirió a este tema siendo filósofo moral y padre de la economía moderna en su libro “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (1776).

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El libro de Smith fue recomendado por varios Premios Nobel como Amartya Sen (Nobel de Economía 1998) diciendo: “Es el libro más grande jamás escrito sobre la vida económica” y el también Nobel del año 2001, George Akerlof, que dijo: “Consideramos que La Riqueza de las Naciones de Adam Smith es un clásico imperecedero. Dentro de dos siglos, lo mismo pensarán del libro “Por qué fracasan los países”.

Mencioné a Adam Smith porque su libro “La riqueza de las naciones” es el documento fundador de la economía clásica y del liberalismo económico, cuyas ideas siguen vigentes.

¿Cómo explicar que un país como Argentina que hasta el año 1920 fue uno de los más ricos del planeta y luego con ideas colectivistas del peronismo socialista terminó por retroceder hasta su atraso? Las instituciones responden a esa pregunta.

Segundo motivo. Me parece auspiciosa la línea investigativa de los actuales galardonados del Nobel porque aquí en Paraguay de una vez por todas debemos percatarnos que sin instituciones políticas y económicas basadas en la libertad y la propiedad privada no lograremos el desarrollo.

Se requiere de un orden jurídico constitucional que garantice la igualdad ante la ley donde el Estado como organización jurídica/política sea limitado y controlado. Cuanto más Estado tengamos en áreas que el sector privado puede hacer en un ambiente de competencia, entonces menos probabilidades tendremos de progreso.

Esto no significa que el Estado tenga que ser débil como algunos piensan. Debe ser fuerte pero limitado cumpliendo su rol de resguardar la seguridad, donde los impuestos sean bajos y los recursos obtenidos se correspondan con el principio de transparencia, rendición de cuentas y contra prestación, modo eficiente de combatir la corrupción.

El crecimiento de la economía requiere de seguridad jurídica, certidumbre y de reglas claras para el ahorro y la inversión. El aparato gubernamental con funcionarios celosos guardianes del dinero de los contribuyentes para que el robo y la riqueza mal habida no sean la nota dominante, son parte sustancial de lo que se llaman instituciones.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

Primer motivo. Hoy día conocemos mejor sobre las causas del desarrollo y del subdesarrollo. Cito a Adam Smith, quien ya se refirió a este tema siendo filósofo moral y padre de la economía moderna en su libro “Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” (1776).


Segundo motivo. Me parece auspiciosa la línea investigativa de los actuales galardonados del Nobel porque aquí en Paraguay de una vez por todas debemos percatarnos que sin instituciones políticas y económicas basadas en la libertad y la propiedad privada no lograremos el desarrollo.

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