- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Durante la etapa productiva de nuestra vida, estudiamos, nos perfeccionamos y trabajamos duro en lo que nos gusta para poder ir acumulando gradualmente activos que en un momento dado podamos utilizarlos para que nos puedan redituar ingresos en concepto de intereses (en el caso específico de las inversiones vía CD a plazo fijo o la tenencia de bonos de renta fija o variable (acciones) que podemos adquirirlos a través del mercado de capitales).
Por el otro lado, están las inversiones que podamos realizar adquiriendo bienes raíces a precios convenientes y que a futuro nos puedan generan una renta vitalicia en concepto de alquiler.
Antes de tomar una decisión de inversión, es importante sopesar las potenciales áreas críticas de riesgos en las que pueden verse afectadas ante potenciales escenarios de una coyuntura desfavorable además de factores endógenos y/o exógenos incontrolables.
Hoy día dentro del mercado de capitales las emisiones de títulos-valores (bonos) de empresas a partir de USD 1 millón o de USD 3 millones de deuda consolidada dentro del sistema, la entidad que los regula (Superintendencia de Valores) exige que tengan una calificación de riesgos realizada por una empresa especializada debidamente aprobada por la misma.
Si bien no constituyen para los inversionistas (personas físicas y jurídicas) garantía sobre los instrumentos financieros a ser adquiridos, no obstante, al abarcar los informes de calificación, aspectos cualitativos y cuantitativos bien explícitos, con seguimientos trimestrales, les dan un marco de referencia importante a la hora de tomar sus decisiones de inversión.
En el caso de los depósitos de ahorros e inversiones en CD a plazo fijo en bancos y financieras, es importante tener en cuenta el monto máximo de cobertura del Fondo de Garantía de depósitos, que es de hasta 75 salarios mínimos (equivalente a G. 195 millones a la fecha) por cada cliente que permitan la cobertura necesaria en casos de coyunturas desfavorables que pudieran presentarse.
Los niveles de ahorros e inversión son variables estando en estrecha interrelación con los montos de ingresos de cada uno.
Como seres humanos tenemos que darnos cuenta de que no vamos a poder mantener una vida activa y productiva hasta el final de nuestros días, razón por la que es bueno tomar todas las precauciones necesarias en tiempo oportuno, que nos permitan una vez iniciado la “estación de invierno” de nuestras vidas contar con el respaldo de dichos ahorros o inversiones en función a nuestra capacidad adquisitiva y que nos servirán como si fuera un sueldo mensual con el cual podremos disfrutar nuestra vejez, dado que no todos tienen la fortuna de contar con una jubilación vitalicia o tampoco la certeza de que nuestros hijos “nos darán la mano” cuando los precisemos.
Robert Kiyosaki, en su best seller “Padre pobre, padre rico”, hace una comparación entre lo que ha sido la vida de su padre biológico (pobre) y del padre rico de su amigo (y que es como su segundo padre).
Señala que su padre ha sido un intelectual nato, dedicado a la docencia toda su vida, pero al momento de su retiro no ha podido acceder más que a los ingresos generados por su jubilación, viéndose limitado en su capacidad adquisitiva y un mejor pasar durante sus últimos años.
En contrapartida, su “padre rico”, sin tener la misma formación académica que su verdadero padre, ha tenido una visión innata de negocios, reinvirtiendo las ganancias generadas en diversos emprendimientos, convirtiéndolo en una persona que holgadamente vivía de los ingresos que les generaban dichas inversiones, sin tener la misma preocupación del padre pobre de si su jubilación le permitiría o no poder llevar una vida digna durante su vejez.
Son puntos de vista, obviamente, pero aquí entra a tallar la viveza y proactividad de cada uno para visualizar “las betas” que podrían fortalecer mejor nuestro patrimonio neto durante la etapa productiva de nuestra vida que no es larga y habrá que aprovecharlo inteligentemente con toda nuestra energía.