El secuestro es, sin duda, uno de los crímenes más atroces debido al daño profundo que causa, no solo a la víctima, sino también a su familia y comunidad. Genera un estado de miedo, vulnerabilidad y desconfianza en la sociedad. Además, las secuelas psicológicas pueden ser devastadoras, ya que las víctimas pueden sufrir traumas de largo plazo. Es un crimen que atenta contra la libertad y la dignidad humana.

Al cumplirse un año del brutal ataque terrorista que sufrieron varias comunidades del sur de Israel, y que dejó una estela de niños, adolescentes, jóvenes, ancianos, hombres y mujeres vejados, torturados, secuestrados y asesinados, Ruthy Chmiel Strum, quien vive en primera persona el dolor y la incertidumbre por el secuentro de dos de sus tres hijos, nos explica con calma, con serenidad pero con recuerdos precisos, el calvario que vive desde hace exactamente un año.

Tener en frente a la madre de dos hermanos secuestrados por el grupo terrorista Hamás y luego de conocer los detalles de las condiciones en que algunos de ellos eran mantenidos, nos hace pensar que no existe ser humano que pueda permancer impasible ante tanto dolor. Sin embargo y, lastimosamente, los hay.

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Escucharla hablar de sus hijos es mucho más doloroso porque ella, como toda madre, como todo familiar y como esperamos que así sea, mantiene su fe intacta de que ellos siguen con vida y que el reencuentro está muy cerca.

“Crié a mis tres hijos muy unidos, son como un bloque. Lo que les voy a decir me sale del corazón. Iair, Amos y Eitan son mi orgullo. Eitan es el único que vive conmigo”, se detiene a pensar que habla en presente.

Iair y Eitan fueron dos de los 250 secuestrados por los terroristas y actualmente siguen formado parte de la lista de 101 secuestrados que aún no han sido liberados o rescatados. Ambos fueron secuestrados del kibutz Nir Oz, a un kilómetro de la Franja de Gaza.

Ruthy da los detalles escalofriantes de lo que sucedió el 7 de octubre de 2023, cuando fueron tomados por la fuerza y realiza un repaso mental por todas las situaciones que le tocó vivir hablando con sus hijos ausentes. Ella les grita y a veces se ríe con ellos. Su actual pareja, Bernardo, la ve reír y al comienzo no entendía el motivo, ahora ya comprende.

“A veces se me pasa que el día que ellos vuelvan, me van a reclamar por qué les gritaba tanto”, ríe solitaria mientras nos mira fijamente, comprendiendo la situación.

Ruthy recuerda que el 25 de noviembre le informaron que sus hijos están vivos y no están heridos. “Desde el primer día, estoy segura que van a volver”, afirma.

A pesar de que está segura que ambos están vivos, nos confiesa que la carcome el no saber cómo ellos viven su día a día. Es quizás una de las más grandes incertidumbres que genera en los familiares, el deleznable crimen del secuestro.

Es inaudito e insólito que existan seres humanos en diversas partes de mundo, que ayer, al cumplirse un año de esta bestialidad cometida por Hamás, lo haya celebrado. Solo nos queda sumar esperanza para Ruthy y todos los familiares de quienes aún permanecen secuestrados en los túneles del horror en Gaza. “Tráiganlos a casa, ahora”, es el eslogan que ha inundado todo Israel como un recordatorio de la misión más importante que hoy tiene Israel para con sus ciudadanos.

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