La explotación agrícola a nivel país concentrado en gran parte en la variedad de granos y volúmenes cosechados sigue dando buenos resultados aun considerando los factores incontrolables implícitos como el clima, lográndose casi año a año positivos rendimientos promedios por hectárea gracias a la tecnología, radicando nuestra principal área crítica de riesgos, en que en su mayoría son productos commodities sujetos a los vaivenes de precios en el mercado internacional.

Seguimos concentrados en la producción y comercialización de grano en estado natural dentro de la región, siendo nuestro país no hace mucho galardonado con la mejor calidad de trigo de Latinoamérica, sin que la producción de soja le vaya en zaga, pues en calidad y rindes promedio por hectárea nada tiene que envidiar a otros países que antes nos superaban de lejos, permitiéndonos hoy por hoy ser uno de los principales países productores y exportadores del cereal.

La soja en grano que en la zafra 2023 ha tenido muy buena cotización (uno de los mayores en los últimos 6 años), este año no ha tenido igual performance, observando una substancial reducción vs. la zafra anterior, conspirando en contra de un mayor flujo de ingresos de divisas, traslativo a la gestión económica-financiera de productores y agroexportadores.

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La expectativa positiva se presenta ahora en la región Occidental, a través de buenos resultados en otros productos tradicionales como el maíz y también últimamente con mucho auge y buenos rendimientos promedios en las superficies cultivadas de algodón en rama, que ha sido en la década de los 80 nuestro “producto estrella”.

Para que nuestras industrias aceiteras puedan consolidarse en el desarrollo de la cadena de valor se hace necesario que desde el Gobierno se lleven a cabo políticas públicas que generen mejores oportunidades al nivel de otras fábricas extranjeras necesarias para aprovechar su potencial de producción.

Contamos con plantas industriales procesadoras de aceites y derivados con tecnología de punta, y una muy buena capacidad instalada de producción y almacenamiento, al igual que molinos harineros modernos y estratégicamente distribuidos en los principales polos de desarrollo de nuestro país, pero que no son utilizados a capacidad plena.

Cuentan con la infraestructura necesaria para procesarlos y darle un mayor valor agregado que nos pueda generar por su venta a los mercados externos mejores precios, y la posibilidad potencial de incrementar la cantidad de generación de mano de obra.

Argentina sigue siendo nuestro principal comprador de soja en grano, absorbiendo más del 70 por ciento de lo exportado, mezclándolo con su producción local, elevando el nivel cualitativo para procesarlos en sus industrias aceiteras.

Lo mismo ocurre con Brasil, cuyo trigo lo convierten en harina para su consumo local pudiendo hacerlo nosotros, ya que un gigante de más de 203 millones de habitantes siempre tendrá una demanda asegurada.

Al ser Paraguay un país productor de alimentos, tiene asegurado mercados de colocación, por lo que la diplomacia económica de nuestras embajadas es responsable de coadyuvar a que los niveles de demanda vayan en franco incremento.

Miremos para adelante y crezcamos más a través de productos industrializados con mayor valor añadido, puesto que si seguimos manteniéndonos dentro de la franja de productos commodities, por más que tengamos buenas cosechas, siempre estaremos sujetos a las volatilidades de los precios, derivados de los niveles de oferta-demanda a nivel mundial.

Nuestra elevada dependencia de la exportación de granos está teniendo su impacto en el incremento de la cotización del dólar, dado los menores precios promedios pagados por TM y la disminución del flujo de ingresos de divisas, impactando en forma directa en nuestra microeconomía y por sobre todo en los bolsillos de nuestra gente.

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