La experiencia es vital. Los sentidos ocupan un rol central en su desarrollo y son facilitadores de las vivencias que la hacen posible. Detenerse a escuchar puede transformar el instante que se vive, la apreciación de las palabras permite darle una connotación particular al momento de aceptarlas. Una valoración constructiva, en un diálogo basado en el respeto amparado por la escucha, genera escenarios alentadores para la convivencia entre quienes la construyen.

La escucha necesita dirección. Es relevante fijar la atención acerca de lo que se dice, hay que escucharse. Tomar conciencia de lo que uno está diciendo es un acto elemental. Atreverse a escucharse, esa es una tarea primordial. Son tantas las lecciones que se aprenden al activar el audio interior. En ese concierto de sorpresas es constante el aprendizaje. El objetivo es respetarse a sí mismo, para poder respetar a los demás. Si me escucho, puedo escuchar.

A lo mejor la naturaleza se constituye en anfitriona, en ella los escenarios son generosos, amplios, creativos, atrayentes y convocantes. Donde hay árboles hay canciones. Para los habitantes del cielo, las cimas tienen ramas que las sostienen y raíces que las alimentan. Los sonidos del viento suelen traer conclusiones, a veces tormentas. Aprender a escuchar es un arte. Se pule con pasión, por eso se aprende con dedicación. Es inmejorable cada tiempo para hacerlo, siempre es factible comenzar a practicar.

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Escuchar tal vez duele. Una frase inapropiada para una circunstancia concreta acarrea impotencia y tristeza ante el rigor contundente de un lamentable suceso. Un tono desapropiado afecta cualquier vínculo. Es delicado oír, el disgusto de las intolerancias debe fortalecer el camino de las auténticas posiciones, esas que brillan por el pulido del dolor, por la victoria de la paciencia, por el paso del período recorrido con la música que inspira libertad.

En el reino del conocimiento se disfruta el uso de la oralidad. Unas voces, muchas lecturas compartidas; unos conversatorios, amplitud de entendimientos, apertura de interpretaciones y entusiasmo para continuar.

Es un privilegio ahondar en lo auditivo de las conversaciones. El silencio es un aliado extraordinario. Uno más en la plenitud del compartir. En donde habita la capacidad de asombrarse, fluye la voluntad de callar, esa que se deleita por la diversidad de las voces que entonan su canto, que transmiten sus ideas, que animan a creer en el otro y que están dispuestas a seguir creciendo.

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