Como humanos nuestro mayor peligro es que nuestro sistema inmunológico falle; si eso falla, cualquier enfermedad por pequeña que sea nos puede llegar a matar. Espiritualmente y moralmente ese sistema inmunológico es el discernimiento entre el bien y el mal y, aunque todos tenemos ese discernimiento natural llamado conciencia, la única manera de distinguir en verdad y profundizar las motivaciones más internas que tenemos es a travez de la Palabra de Dios y el Espíritu Santo.

En Jeremías 17:9 dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”, acá nos muestra que nuestra conciencia también está corrompida y aunque es una guía, no es totalmente segura. El verso 10 dice: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”, acá nos dice que Dios es el que escudriña el corazón, ¿y cómo lo hace?, a travez de su Palabra, la Biblia. La Biblia es el espejo en que se debe medir nuestra conciencia de manera efectiva, es la vara de Dios, no la nuestra, la que finalmente nos muestra lo más profundo de nuestro corazón.

Leemos en 2 Corintios 10:3-5: “(3) Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; (4) porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destruccion de fortalezas, (5) derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. El verso 3 nos dice que no andamos en la carne (fuerzas humanas) ni peleamos con elementos humanos carnales ni con fuerza humana. La versión bíblica NTV (nueva traducción viviente) dice: “Somos humanos, pero no luchamos como lo hacen los humanos”, o sea, no devolvemos mal por mal, no nos vengamos, no planeamos mal contra nuestro prójimo, buscamos la humildad.

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El sistema inmunológico se fortalece, primero, “derribando todo argumento y altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” y, segundo, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo”. El conocimiento de su Palabra nos ayuda a diferenciar la verdad de la mentira y el acierto del error. Sin esto estamos totalmente expuestos a cualquier cosa. Es solo a travez de esos dos canales que el ser humano puede calibrar y ajustar su vida de tal manera que agrade a Dios. Solo con el conocimiento de la palabra de Dios y la ayuda del Espíritu Santo podemos llegar a profundizar la voluntad de Dios para nuestras vidas de manera correcta.

Lo otro que fortalece ese sistema inmunológico es la familia, una familia sana, no perfecta.

Hace un tiempo quería predicar sobre la prosperidad pero desde un equilibrio bíblico y le pregunté a mi esposa qué podría predicar para hablar de eso y ella me dijo: enséñales a amar y cuidar a sus familias, esa es la verdadera prosperidad.

Veo que la gente busca mantener la familia unida, buscan transmitir su visión y la fe de generación en generación y eso es una gran cosa pero, como todos en este mundo, tenemos luchas.

Sé que hay muchas luchas en las familias y por las familias. Sé que algunos han perdido la suya. No se trata de fastidiar a la gente, sino de animarla a mantener sus familias, a lo que la han perdido; a recuperarla con fe y humildad, y a los que ya no hay posibilidad de hacerlo que Dios les sostenga y restaure de manera bíblica. Dios quiere bendecir las familias.

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