- Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
- MBA
- jzaratelazaro@gmail.com
Recientemente me cupo leer un artículo en donde según estudios preliminares de empresas especializadas señalan que en 2018 el 70 por ciento de los trabajos eran realizados por las personas y el 30 por ciento restante ya estaban automatizados.
Algunos años después dicha proyección empezó a dar un giro sustancial, pues para el 2025 ya se habla de que el 50 por ciento de los trabajos corresponderían al capital humano y el 50 por ciento restante a cargo de robots.
Esto desde luego no nos debería de sorprender, ya que era de esperar porque a nivel mundial las empresas vienen orientando sus actividades cada vez con mayor énfasis a la automatización de procesos y procedimientos que les permitan mayor eficiencia, economía de escala, racionalización en costos de ventas y administrativos, apuntando a una mayor competitividad y rentabilidad dentro de su gestión económica.
Si bien sería difícil prescindir totalmente del capital humano, ante todas estas transformaciones las plantillas de personal tienen su lógica que vayan disminuyendo, con mayor razón ahora en que muchas empresas a nivel mundial vienen adoptando la inteligencia artificial.
No nos debería de sorprender, puesto que todo cambia y las empresas dedicadas a diversos segmentos de negocios apuntan cada vez más a ser eficientes, rentables y competitivas, para lo cual la automatización juega un rol protagónico.
A ello agreguemos el boom del comercio electrónico y digital, que desde hace algunos años viene siendo el nicho preferido de compra de miles de consumidores, y en donde nuestro país también tiene una participación relativa importante.
Vienen “como anillo al dedo” ahora que están por presentar al Parlamento el proyecto de Ley del Servicio Civil, que regula y reglamenta los procesos de ingreso, permanencia y promoción de los funcionarios públicos dentro de los diversos entes.
Tenemos distribuido en los tres poderes del Estado no menos de 350.000 funcionarios, que ingresaron en su mayoría sin concurso de oposición donde también abundan los “cargos de confianza” compuestos por personas que no cuentan con formación académica-profesional que puedan jerarquizar y dar eficiencia a las mismas.
Sería bueno que el Viceministerio de Capital Humano, junto con todos los entes estatales, tengan en cuenta estos procesos laborales de transformación y modernización que se vienen dando a nivel mundial para que de una vez por todas podamos hacer un trabajo de relevamiento y depuración caso por caso y que queden solo aquellos que por actitud y aptitud, además de meritocracia, capacidad e idoneidad, puedan formar parte de la plantilla de personal, para que nuestras instituciones estén en condiciones de dar a los contribuyentes la atención de calidad que se merecen, y que hasta ahora siguen ausentes por culpa de la burocracia e ineficiencia de muchos.
Aunque parezca mentira, en pleno siglo XXI todavía se puede ver a funcionarios manejando vetustos libros cuando que la computadora se inventó hace más de 30 años.
Los roles de más rápido declive están concentrados en los administrativos o de secretaría (mayoría en los entes públicos), donde el prebendarismo, clientelismo y cuoteo político siguen siendo más importantes que la capacidad e idoneidad.
El pensamiento analítico y creativo son habilidades importantes para los trabajadores. El primero de ellos considerado fundamental por muchísimas empresas que cualquier otra, en tanto que el pensamiento creativo, habilidad cognitiva, ocupa el segundo lugar, y está posicionado delante de la autoeficacia: resiliencia, flexibilidad y agilidad; motivación y autoconciencia; y curiosidad y aprendizaje permanente, aunque deberían ser complementarias, dado que ayudan a fortalecer a las dos primeras.
Hemos alcanzado el anhelado grado de inversión, pero si no nos preocupamos y nos ocupamos por la adopción de mayor desarrollo tecnológico, junto a la ampliación del acceso digital, nuestras probabilidades de impulsar la transformación en las organizaciones podrían verse rezagadas siendo hasta ahora una de las debilidades estructurales de nuestras instituciones que habrá que corregirlos y superarlos, pues las empresas calificadoras de riesgos dan énfasis a la inflexión entre lo cualitativo y cuantitativo y no solamente a los indicadores macroeconómicos.