• POR PEPA KOSTIANOVSKY

Cabe suponer que el presidente de la República, quien además de ser economista, tiene ministros, consejeros, asesores e información regular de cómo nos va a los ciudadanos, sabrá cuáles son los grandes baches de este querido Paraguay por el que transitamos, otros mejor que unos.

De modo que debería estar de más venir a decirle que ponga especial atención en ciertos agujeros, en muchos casos cuevas, donde ya no hay pretexto para seguir esperando que las cosas florezcan cuando llegue la primavera.

Me permito, señor presidente, con todo el respeto a su investidura, y la admiración que me causa su belleza, que el Instituto de Previsión Social debería declararse territorio en estado de excepción, y entrar con todos los recursos de la inteligencia hoy tan empoderada por la tecnología y la honestidad que por ahí quede, a resolver las penosas deficiencias y absurdos de más de medio siglo de torpeza, rapiña y esencialmente atrofia.

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El primer absurdo, imperdonable, es la bajísima proporción de trabajadores del país que tenemos acceso a los servicios previsionales, tanto en lo que hace a salud como a jubilación. En todos estos decenios, la cobertura debería beneficiar por lo menos a tres cuartos de la población trabajadora (y sus familias), porcentaje del cual seguimos estando muy lejos.

Y el que le sigue, desde luego, es la calidad de ese seguro social, que demasiadas veces es inseguro y degradante.

De hecho, se supone que IPS no es público. Es propiedad de los trabajadores. Se financia con porcentajes de los salarios, que corresponden en parte al laborante, en parte a la patronal, y en parte al Estado (según la ley).

Lo del aporte estatal siempre ha sido letra muerta, y al parecer ya nadie parece acordarse de que está pendiente. Pero, en contrapartida, el Estado se atribuye el 99,99 % de su gestión y administración de recursos. Dejamos ese 0,1 % en la presencia de un representante de los trabajadores en el bien remunerado y perezoso consejo de IPS.

No hace falta un relatorio, que llevaría más tomos que la vieja y clásica Enciclopedia Británica, de las deficiencias en los servicios de atención médica, demoras, fastidiosas esperas, falta de medicamentos (en muchos casos, con causas fatales). Sigamos con el estado de las instalaciones y mil y un reclamo de los usuarios que peregrinan, pernoctan, amanecen y pasan mil penurias hasta recibir atención o medicamentos.

No les echemos las culpas a médicos o enfermeros que muchas veces hacen milagros para salvar la escasez de recursos. En este punto, nadie puede dudar de que hay una pésima gestión de los mandos altos.

Pero lo que más indigna es que nos encontremos con que tanto las cajas jubilatorias están al borde del colapso, como de la falta de medicamentos, placas y hasta algodón porque se acumulan deudas con los proveedores.

Y mientras tanto, nos enteramos de que los numerosos bienes inmuebles de IPS son cedidos en alquiler a “amigos de alguien” con precios irrisorios (y encima, no pagan), que hay largas e inmensas listas de empresas deudoras que descuentan los aportes, pero no los trasfieren a IPS, y que hay un capital operativo muy importante que se invierte en préstamos generosísimos también a “amigos de alguien”.

¿Quiénes deciden esos generosos tratos? Los altos mandos del instituto, con el visto bueno del consejo. No me consta que esos “favores” se concedan por pura simpatía. Pero lo dudo.

Y solo a ojo, sin contralorías, allanamientos, podría asegurar, que por esos baches se va tanto, o por lo menos casi tanto, como lo que a IPS le falta para funcionar bastante bien.

La burocracia sigue siendo la gran proveedora de escondites.

Y mientras no se decrete una Situación de Excepción, nos van a seguir robando, alegremente.

Y usted lo sabe, señor presidente.

Etiquetas: #El bache#IPS

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