El impuesto a la renta personal (IRP), que es el mismo que el de la renta empresarial (IRE), es un tributo confiscatorio del ahorro y una forma de desincentivar a los productores y empresarios para seguir creciendo, además es profundamente inmoral porque nadie ni menos el Estado puede meter sus manos en nuestros bolsillos para sacarnos nuestros ahorros. Este artículo tiene el objetivo de expresar que ante el obtenido recientemente, el grado de inversión, la primera señal a los mercados nacional y extranjero pasa por derogar este nefasto impuesto de nuestro sistema tributario.

Ocurre que el grado de inversión es un incentivo importante pero no definitivo para el desarrollo. Lo que importa es qué tan comprometida está la economía con la política. Si la primera lección de la economía consiste en que nada es gratis y se obtienen con ahorro, inversión y trabajo; luego la primera ley de la política es violar aquella primera ley de la economía. No hay otro modo de avanzar hacia el desarrollo sino mediante el ahorro y la inversión. Ahora bien, mientras no exista seguridad ni rentabilidad las inversiones llegarán pero serán insuficientes aun con la mejor buena voluntad de los técnicos del Gobierno.

De manera que antes de fin de año, Paraguay debe hacer cuanto sigue. 1) Conformar un equipo de trabajo para las reformas de fondo que necesitamos, con plazos y medidas concretas, nada de improvisaciones porque hay mucho por hacer y cambiar de fondo en las cajas fiscales, el sistema previsional, el sector eléctrico, el mercado laboral y otros, y 2) la primera medida antes de fin de este año es derogar el impuesto a la renta personal (IRP), un tributo que nunca debió aprobarse en nuestro país.

El IRP ha sido objeto de discusiones en todas partes, pero lo que no se puede negar es que un tributo que penaliza y castiga no solamente al que ya tiene riqueza sino especialmente al que crea y va aumentando su nivel de ingresos mediante su trabajo y conocimiento. Es como exigirle a una persona que camine con un zapato en vez de dos de ese modo se lo desincentiva para ir más cómodo, rápido y lejos. El IRP perjudica igualmente al productor y al empresario, al que desea seguir sirviendo mejor a sus prójimos, esto es, lo que crean y distribuyen capitales y trabajo en el sector privado.

Todavía más, el IRP como tal es un castigo que confisca el ahorro. En vez de quedarme con una parte de mi dinero que, por cierto, me corresponde para disponerlo para una inversión a futuro se lo tenga que entregar a punta de pistola al Estado para que lo disponga según su criterio, situación esta última que resulta en una inmoralidad desde donde se lo mire. Y no es que sirva este malévolo impuesto para evitar la evasión, esta es una gran mentira propalada por los tecnócratas y otros seducidos por keynesianismo. Derogar el IRP será una señal de libertad y propiedad para los mercados nacional y extranjero por parte del Paraguay como nación porque lo que importa es lo que le interesa a la gente: sus bolsillos, y el Estado debe dejar de meter sus manos ahí.

(*) Presidente del Centro de Estudios Sociales (CES). Miembro del Foro de Madrid. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la libertad y la república”.


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