• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Hay que derrotar a la incultura, la barbarie y el fraude intelectual. Y evitar que continúe avanzando la cultura de la mendacidad y del odio (Talia Lavin). Un periodismo silenciado, olvidadizo y condescendiente con sus aliados es el principal promotor que reproduce en ciclos interminables lo que, después, con descaro y cinismo, desaprueba y critica a la clase política adversaria a sus intereses empresariales: la falta de ética, de coherencia y de convicciones. El ojo con que divide el cristal pretende cubrir de legañas los párpados de la sociedad para mover el ángulo de la visión con sus distorsiones maniqueístas y engañosas.

Ahora procura revivir, desde sus pupitres de petimetres onanistas, un cadáver putrefacto que dejó al país sumido en la corrupción, el déficit fiscal y la pobreza extrema (al grado de hambre), como Mario Abdo Benítez y, por otro lado, se guarda deliberadamente las preguntas quemantes a su entrevistado estrella Nicanor Duarte Frutos, sobre su historia reciente de procaces impugnaciones en contra de quienes hoy reciben los elogios de su empalagosa zalamería, que desnuda la más abyecta miserabilidad del ser humano. Pero se comprende la intención. Conociendo el doble ánimo o la bipolaridad de este personaje, mañana podrá ser nuevamente útil y funcional a los objetivos de estos medios de comunicación. Su largo historial tiene muescas de traiciones a sus antiguos líderes y compañeros. Marito fue el último de ellos. Mañana serán los de ahora, que ya fueron víctimas de su deslealtad e ingratitud. Un modus operandi que describe su irredenta obsesión por prebendas y canonjías derivadas del poder. El servicio nunca fue su vocación.

Muchos fueron cómplices –por acción u omisión– del gobierno más nefasto y corrupto de toda la transición democrática: periodistas publinoteros, diletantes simulando ser analistas, analistas cegados o iluminados –según el lado en que estaban parados– por el fanatismo y pseudodirigentes de una oposición complaciente con el poder. Mario Abdo Benítez fue el engendro de la maldad y el resentimiento. De la codicia y de la falta de escrúpulos. Y Nicanor Duarte fue su vocero y brazo ejecutor (ambos expresidentes de la República). Durante esos cinco años lanzaron salivazos contaminados de veneno, injurias e infamias en contra de sus enemigos. Se regodeaban en su propia bilis creyéndose intocables. Pero la justicia siempre llega. Robaron durante la pandemia instalada por el covid-19 y dejaron a su suerte a miles de familias con el saldo trágico de 20.000 fallecidos. Con los síntomas característicos de la esquizofrenia, uno pretende retornar para “defender a la democracia” y “redimir al Partido Colorado”. Una democracia de la que abusó sin piedad, reivindicando la dictadura y destrozando las instituciones republicanas con mediocres e improvisados, y un partido al que deshonró con el latrocinio, la indiferencia hacia las clases proletarias y la inmoralidad hasta en sus más bajos estadios. Y el otro busca desesperadamente la cobija de los que mandan, girando radicalmente su discurso y actitud, para tratar de conseguir impunidad y, si se puede, algún cargo en el Estado. Trabajar es una palabra que le causa pavor, casi en la misma dimensión que su ciclotímica personalidad. Sin pudor alguno cruza los límites de la decencia, de la dignidad y de la vergüenza con tal de recuperar sus privilegios, aunque sea en porción de migaja.

No es de extrañar que Abdo Benítez anuncie que construirá “una plataforma que cobije a los que pensamos diferente”, incluyendo a la oposición para, supuestamente, “defender la democracia” en contra del “copamiento autoritario” de un sector del coloradismo. No es de extrañar, tampoco, que el primero en subirse al carro sea el senador Rafael Filizzola, del Partido Democrático Progresista (PDP), habida cuenta que su esposa, la exsenadora Desirée Masi, fue una incondicional de Marito durante el tiempo que duró su mandato. Otra que ya decretó un visto bueno a la propuesta, aunque “más por espanto que por amor”, es Kattya González. De hecho, y eso está corroborado en los registros oficiales, Marito gobernó más con la oposición que con su propio partido.

Por el lado de Duarte Frutos, el delirio ya alcanzó niveles que superan toda medición. Sus giros, aunque predecibles, no pueden ser ignorados, sobre todo para alertar a la juventud que ese no es el camino de la verdadera política. Que la corrupción y el falso intelectualismo, carente de imaginación, lucidez y creatividad, no pueden sepultar el verdadero fondo de la cuestión, que es el manejo honesto de la cosa pública y la coherencia en la conducta personal. Que ese no es el ejemplo a imitar. Al contrario, es del cual hay que huir como de la malaria. El expresidente de la República dice ahora que la “injerencia política (de los Estados Unidos) fortaleció a Cartes (Horacio) y al Partido Colorado (…) La Asociación Nacional Republicana (ANR) tiene una gran memoria en la defensa de los intereses nacionales y la protección de la soberanía política territorial” (La Nación, 12 de agosto de 2024, página 3). Sin embargo, decía el 5 de agosto de 2022: “Estados Unidos no persigue políticamente a nadie. Acaso el Departamento de Estado está diciendo que el cartismo apoya la invasión a Ucrania. No. Ellos dicen que están señalados por contrabando internacional de cigarrillo, que usa la misma ruta de la droga, del tráfico de armas y de la trata de personas. Ustedes están lavando dinero y esa plata está matando a nuestros jóvenes, expandiendo la criminalidad y, además, están financiando el terrorismo” (Diario Abc y Última Hora, reproduciendo su discurso en la ciudad de Caazapá).

Hoy, asumiendo poses y tonos histriónicos, trata de enterrar sus agresiones y anatemas del pasado, con la anuencia de un periodismo servil. Un pasado incómodo que viene a ratificar que también el histrionismo representa un trastorno de personalidad, científicamente comprobado. En su caso, se metamorfoseó de “anticartismo emocional” a un “cartismo sentimental”, por dos sencillas razones: una se llama auditoría y la otra tiene nombre de mujer. Buen provecho. (Siempre con la salvedad constitucional de que los artículos de opinión son de responsabilidad exclusiva de quienes los firman).

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