Con respecto al acceso al sistema financiero de las mujeres vs. los hombres se sigue observando brechas.

Si bien algo se pudo avanzar en los últimos 10 años, queda aún un largo trecho por recorrer, siendo no solo responsabilidad del BCP hacer que los niveles de inclusión en términos absolutos y relativos sigan en aumento, sino también las demás instituciones que conforman el sistema a nivel doméstico, incluido cooperativas de ahorro y crédito y de producción, son responsables de hacer que la cantidad de hombres y mujeres que accedan a una cuenta de ahorro dentro del sistema financiero puedan acrecentarse a nivel país en forma sostenida.

En Paraguay, las mujeres representan aproximadamente el 49,7 por ciento de nuestra población. Según estudios realizados, tienen en promedio 10,1 vs. 9,8 años de formación académica vs. los hombres. Su participación dentro del mercado laboral sigue siendo menor, concentrados en su mayoría dentro del sector informal, percibiendo niveles salariales menores en promedio vs. los hombres.

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Es producto del resabio de paradigmas equivocados, donde el machismo por décadas ha sido la constante en nuestra sociedad, sin que se le dé al sexo femenino el sitio que se las merecen laboralmente, pues muchísimas de ellas muestran niveles de eficiencia más elevado que los hombres.

Recién en los últimos años hemos “rebobinado” observándose cambios, pues en muchas empresas de tamaño corporativo en nuestro país las tenemos a mujeres en posiciones de relevancia dentro de la estructura organizacional y con buenos resultados, lo cual antes era casi excluyente.

El sexo femenino a nivel país tienen una tasa de ocupación del 53,9 por ciento vs. el 79,1 por ciento de los hombres, manteniéndose todavía diferencias salariales entre ambos incluso en posiciones iguales y/o similares.

Dentro de nuestra economía formal se observan diferencias de acceso de mujeres vs. los hombres, ya que las primeras no superan el 44 por ciento vs. el 50 por ciento de los hombres, siendo traslativa al acceso a facilidades crediticias, donde los hombres tienen en su haber una participación relativa del 55 por ciento vs. el 40 por ciento de las mujeres, lo cual es explicable y su razón de ser dados los menores niveles salariales recibidos, y porque en su mayoría siguen trabajando dentro de esquemas de informalidad, aspectos que dentro de las principales áreas críticas de riesgos de las entidades financieras son tenidas en cuenta dentro del trabajo previo de análisis y evaluación crediticia para determinar la capacidad de repago de sus obligaciones.

Uno de los ejes primarios que nos limita hasta ahora lograr un mayor nivel de inclusión financiera reside en que seguimos adoleciendo de los conocimientos y beneficios que nos aportan una buena educación financiera.

Se habla mucho del elevado nivel de informalidad existente dentro del sector de las mipymes, pero poco o casi nada nos detenemos a analizar la relación causa-efecto, de los efectos negativos de los escasos conocimientos que hacen a una buena educación financiera, conspirando para que nuestros emprendedores puedan tener una perspectiva diferente y más sólida de los beneficios que traen aparejado el trabajo formal dentro de su gestión económica-financiera-patrimonial.

El empoderamiento social y económico de las mujeres es clave para que puedan fortalecer sus emprendimientos, que les permitan una mayor inclusión financiera.

Al igual que los hombres, precisan conocer en mayor profundidad acerca del buen manejo de las políticas de marketing, cuentas a cobrar e inventario, definición de sus mercados meta, guía de formulación de un presupuesto financiero de ingresos y gastos entre otras herramientas, pues si solo seguimos diciendo que se precisa de una mayor inclusión financiera, aporta un valor agregado limitado si en contrapartida no conocen los fundamentos básicos del éxito o fracaso de sus emprendimientos.

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