- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista, docente y político
Hubo un tiempo en que los jóvenes saltaban los muros de las universidades para salir a defender y preservar las raíces identitarias de nuestra paraguayidad. Como aquel animoso año de 1973, cuando organizan “El gran festival estudiantil de la música folklórica”, que tenía la pretensión de erigirse en una “verdadera valla al imperialismo cultural”, repitiendo una expresión del maestro Alejandro Cubilla. Fue el miércoles 8 de agosto, hace 51 años, cuando el Probatorio de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción que, por entonces, funcionaba en el local del que fuera Seminario Metropolitano, se abarrotó de fervor patriótico y de público. Ya habían asegurado su participación el propio Cubilla y su Banda Koygua, Eladio Martínez, Vocal Dos, Los Troveros de América, Víctor “Pato” Brítez y Darío Osuna, Maneco Galeano, Amambay Cardozo Ocampo, Santi Medina, Marcos Brizuela, además del Trío Corochiré, de Zeballos Cue, y el dúo Enriquez-Romero, de la ciudad de Luque. Se inscribieron, además, diecisiete grupos de diferentes facultades. La mención a los artistas no tiene sentido de crónica, sino de confirmación de que la cultura es la única capaz de romper con los compartimentos que pretenden enclaustrarnos en islas separadas e intocables entre sí.
El semanario FRENTE Universitario Independiente, que fue el principal referente de la organización del evento, venía por esos días con un subrayado contenido ideológico, expresado en un sugestivo editorial: Música popular y colonialismo.
“Es cierto –decía– que nos hallamos en un mundo de rápida integración y, consecuentemente, con una mayor interdependencia. Pero en nuestro caso, como en la de muchos pueblos de Latinoamérica, no se trata de interdependencia, sino de dependencia de mayor o menor grado de los centros metropolitanos (…) La penetración económica nunca viene sola. Le acompaña, necesariamente, un bagaje ‘cultural’, donde la música, las agencias noticiosas, etcétera, buscan adormecer los deseos de independencia de nuestro pueblo. Por todo eso, la música y los artistas juegan un papel de primera importancia. Nuestra patria perdurará mientras conserve su autonomía cultural en el proceso de integración latinoamericana. Su idioma y su música, su cultura nacional.
De ninguna manera podemos estar en contra del rico intercambio de los folclores, pero sí, y definitivamente, cuando ello signifique la colonización del más débil por el más fuerte. La música popular, con los artistas y los estudiantes, como lo dice don Mauricio Cardozo Ocampo, deben ser los ‘soldados voluntarios’ para defender y crear la patria del espíritu, la cultura nacional”.
Las páginas de FRENTE rescatan, asimismo, la concepción revolucionaria del filósofo francés Frantz Fanon: “La cultura nacional es el conjunto de esfuerzos hechos por un pueblo en el plano del pensamiento para describir, justificar y cantar la acción a través de la cual el pueblo se ha constituido y mantenido. La cultura nacional, en los países subdesarrollados debe situarse, pues, en el centro mismo de la lucha de liberación que realizan esos países (…) No hay, no podría haber cultura nacional, vida cultural nacional, inventos y transformaciones culturales nacionales en el marco de una dominación colonial”.
Es notable cómo esta convocatoria aglutinadora no mengua la marcha de la música popular en otras facultades. Paralelamente, el Frente Independiente de Economía de la Universidad Nacional de Asunción realiza su original “Chipa Piru Concert”, otro festival programa del Centro de Estudiantes de Filosofía de la UNA, mientras se formaba un coro con guitarra bajo la dirección del estudiante de Periodismo, Lorenzo Álvarez. Para los días posteriores, el Centro de Estudiantes de Derecho UNA llevó a cabo el Festival Universitario de la Canción, ganándose el primer premio la composición “San sin Juan no que sí”, de Félix Roberto Galeano, en tanto que el segundo lugar correspondió a “Joicové Jhagua”, de Enrique “Guai” Torales. En interpretación quedó con el primer puesto el Grupo Vocal de Agronomía, integrado por Enrique Torales, Santi Medina y Marcos Brizuela, y el segundo premio para el Grupo Vocal de Ingeniería, conformado por Carlos Pettengill, Fernando Barreiro, Fernando Benítez, Óscar Franco y Luis Vaesken.
La convocatoria tuvo una respuesta formidable y tan competitivo fue el certamen que el tercer lugar fue para el Grupo de Derecho UNA, integrado por Derlis Esteche, Gilda Arias, Chela Villagra, José Antonio y Maneco Galeano. ¿Nostalgia? Claro que sí, y a montones. Ni la guitarra ni el canto les alejaron de los recintos universitarios. Ni de la lucha por la afirmación de nuestra identidad y de nuestra soberanía cultural.
Ya para entonces estaban en marcha (17 de agosto) los IX Juegos Universitarios –ahora de regreso– organizados por la Confederación Universitaria de Deportes del Paraguay (CUDP). Fue el año en que el legendario pilarense Francisco Rojas Soto rompe el récord en 400 metros con vallas y, luego, se convierte en la primera medalla sudamericana de oro para nuestro país en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, durante el 27.° Campeonato Sudamericano Absoluto de Atletismo en ese memorable abril de 1974. El 21 de setiembre, FRENTE anuncia la más icónica de todas sus actividades: “Encuentro de juventudes en homenaje a Emiliano R. Fernández y a la música popular”. Aquel 3 de octubre de 1973, el viejo y desaparecido Estadio Comuneros se preparaba para el desafío de recibir a 10.000 entusiastas espectadores. Pero esa ya es otra historia. Y merece un artículo aparte. Buen provecho.