• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista Político

Contrariamente a lo que podría dar a entender el término “opinión” (juicio racional o apreciación argumentada), se construye sobre afectos que a continuación son, en mayor o menor grado, racionalizados. Se podría decir, incluso, que cuanto más generalizada y compartida es la opinión por un gran número de individuos, cuanto más cargada es su base de afectos, más vaporosa se vuelve la racionalización.

La opinión pública se construye entre la esencia y la fragmentación. Lo esencial tiene que ver con el mecanismo que convierte una opinión relativa en opinión colectiva absoluta, apelando a una razón de identidad; lo cual es a la vez alimentado por los medios que comentan todo tipo de sondeos y relatos hiperdramatizantes, y por los políticos, que exacerban pasiones. La fragmentación viene a causa de la multiplicación (y a veces la superposición) de opiniones colectivas que entran en conflicto y crean antagonismos de los cuales la historia está repleta de ejemplos.

La opinión pública oscila entre la opinión colectiva y la opinión relativa, por eso hablar de una opinión puramente pública. Acordemos mejor hablar de opiniones públicas, cada una de las cuales asume que es la única y verdadera. Es por eso que luego uno escucha o ve en los distintos espacios periodísticos que terminan por volcarse hacia un lado u otro según el peso de sus afectos. Apelan a presentar como estados permanentes de crisis, buscando agrupar las opiniones que pudieran ser similares o incluso contrapuestas porque “en este tema está en riesgo la democracia”. Cabalgan sobre la instalación y la profundización de la brecha donde supuestamente solo hay dos opciones: nosotros o la dictadura. Una y otra vez recurren a la misma estrategia discursiva, intentando reemplazar a los partidos y a los políticos, que es lo que en el fondo pretenden. En las últimas elecciones jugaron a ser asesores políticos de la malograda Concertación y se dieron de bruces con la realidad.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

No obstante, la historia de las democracias se caracteriza por un esfuerzo constante para neutralizar esta radicalización de opiniones, desarrollando espacios de debate y de deliberación donde las opiniones contrarias pueden confluir y que los enfrentamientos propios de la democracia ser contenidos sin llegar a desbordarse. Hay que hacer el esfuerzo por separar la opinión pública de la famosa ciudadanía o la tan mentada sociedad civil o de grupos militantes. Son tipos distintos de opinión. Hay que hacer el esfuerzo por distinguir la opinión pública de la opinión política. Evitar que se fundan entre sí y, por lo tanto, a confundirse.

Estando atentos y estudiando la evolución de los diferentes tipos de opinión, estaremos impidiendo la degradación del discurso político. Es sin duda, una de las tareas de la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

Déjanos tus comentarios en Voiz