La limitada disponibilidad de recursos económicos generados por el fisco vía cobro de impuestos y otros tributos aportados por la ciudadanía, junto a una deficiente calidad de administración del gasto público, han sido determinantes para que nuestros niveles de endeudamiento externo se incrementaran substancialmente obligándonos a recurrir a préstamos canalizados a través de organismos financieros multilaterales (BID, Banco Mundial, CAF, entre otros), además de las emisiones de bonos soberanos en el mercado externo, y también doméstico.

La calidad del gasto público deberá ser objeto de reestructuración que permita contar con un Presupuesto General de la Nación (PGN) más equilibrado, pues de lo contrario tendremos que seguir asumiendo deudas externas para hacer frente a obras de infraestructura que son necesarias para una mayor competitividad a nivel regional y de extrarregión.

El problema de nuestra educación es de carácter estructural, no siendo fácil superar los obstáculos que venimos arrastrando desde hace décadas, pero que en algún momento habrá que tomar “al toro por las astas” y buscar alternativas para darle una solución integral, ya que con los niveles mínimos de inversión realizados vs. el PIB (el más bajo de toda América Latina), dentro de un mundo cada vez más globalizado, exigente y competitivo, difícilmente podremos llegar a los objetivos y metas que esperamos alcanzar.

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El proceso de enseñanza-aprendizaje de nuestros niños y jóvenes deberá ser reforzado a través de una malla curricular revisada y actualizada si pretendemos llegar al nivel de calidad educativa anhelada.

De poco serviría enfocarnos en más obras de infraestructura si en contrapartida carecemos de niveles de salud y calidad educativa que nos permitan poder desarrollar nuestras aptitudes y conocimientos aprovechando las ventajas comparativas y competitivas que ofrece nuestro país para fortalecer nuestra visión integradora.

Si no contamos con la infraestructura vial que precisamos, definitivamente en pleno siglo XXI no seremos competitivos a nivel regional y mucho menos con países de extrarregión, por lo que las inversiones en educación dentro de los ciclos primario, medio y superior deberán ser una causa nacional prioritaria.

Nuestros niños y jóvenes, si bien saben leer, no tienen capacidad interpretativa, limitando su desarrollo personal e intelectual, y tampoco conocen los principios primarios que rigen a una buena educación financiera, que son basamentos para que a futuro puedan crecer personal y profesionalmente, y convertirse en buenos emprendedores y hombres y mujeres de negocio.

Ojalá los aspectos enunciados precedentemente también alcancen a la calidad del capital humano dentro de nuestra administración pública, donde deberán formar parte de la plantilla los mejores hombres y mujeres que muestren meritocracia, capacidad, idoneidad y trayectoria profesional, tornándose urgente una depuración del alto nivel de mediocridad que tenemos dentro de la estructura organizacional en casi todos los entes utilizando a full las ventajas que otorgan la tecnología, reduciendo sensiblemente la superpoblación actual (más de 400.000 funcionarios públicos), de los cuales no menos del 50 por ciento son “desechables”.

Los concursos de oposición siguen siendo “letra muerta”, premiándose a la inutilidad, amiguismo y servilismo, antes que la idoneidad y capacidad.

Ahora que Paraguay ha logrado el anhelado grado de inversión en su calificación de riesgo-país, tengamos en cuenta que las empresas calificadoras de riesgos internacionales, como parte de su metodología de trabajo, tienen muy en cuenta para la asignación de calificación de solvencia a la presencia de un buen punto de inflexión entre los aspectos cualitativos y cuantitativos, puesto que lo macro es solo un componente más dentro del contexto global, donde la calidad de nuestro capital humano dentro del sector público sigue siendo una de las áreas críticas de riesgo más importantes.

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