• Por Juan Carlos Dos Santos
  • Columnista

La oposición venezolana ha dado esta vez, la más grande lección de ingenuidad. Ha confiado en un proceso dictatorial sostenido por la dictadura más sangrienta de la actualidad, la de Cuba. El castrismo parasita hasta más no poder al pueblo venezolano y sobre todo a sus recursos.

¿Acaso la inhabilitación de María Corina Machado por parte del presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), Elvis Amoroso, un matón más de la línea dura del marxismo que se ha apropiado de Venezuela, no fue suficiente para darse cuenta que, seguir en el juego electoral era ir directo a la trampa que preparaban Nicolás Maduro y Diosdado Cabello?

No conforme con la inhabilitación de la última referente opositora venezolana que aún contaba con crédito, el chavismo inhabilitó también a la otra Corina, Corina Yoris, quien tomó la posta dejada por la primera y que si bien no contaba con el caudal de María Corina, tenía muchas más posibilidades de Edmundo González.

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Ni se han cumplido 24 horas del anuncio del “triunfo electoral” de Nicolás Maduro y un apuradísimo Elvis Amoroso, sin computar todas las actas, sin verificación de algunos reclamos (intrascendentes pero necesarios para cumplir las leyes) ya ha ungido a Maduro como ganador oficial de unas elecciones que muchos esperaban, ingenuamente, fuera el punto de inflexión de una dictadura disfrazada de democracia.

A nadie parece haber llamado la atención que los “observadores” electorales hayan de países, partidos, movimientos o activistas afines a la ideología que controla Venezuela.

A nadie parece haberle llamado la atención que no permitían ingresar a Venezuela a observadores o garantes del proceso que no estuvieran alineados con el relato chavista, incluso a una de ella, la ex presidente de Panamá, Mireya Moscoso, no la dejaron subir al avión para volar a Caracas.

Las quejas en redes sociales ya no tienen sentido. Mostrar que los colectivos de los forajidos de Maduro salieron armados a las calles de las ciudades venezolanas, no sirve, como tampoco sirve mostrar que los propios fiscales opositores que forman parte ocasional del CNE, no pudieron ingresar al lugar donde se llevaba a cabo el cómputo. Tampoco sirve mostrar la abrumadora diferencia a favor de Edmundo en todas las mesas que imprimían las máquinas al cierre.

Nadie dijo nada porque los resultados no fueron transmitidos a medida que se iban procesando. ¿Acaso no lo pensaron antes?

Los chavistas presentaron un documento hecho en Power Point, con los números que a Maduro y Diosdado, quizás a Jorge y Delcy Rodríguez también, le parecieron conveniente y punto final.

Escuché casi toda la noche Radio Nacional de Venezuela y sus tres “artistas” que se quedaron hasta bien tarde, solo repetían mucho antes de la divulgación del resultado final, un libreto bien preparado: “la derecha es capaz de desconocer los resultados”.

Algunos dicen que Caracas amaneció en silencio, frustrados quizás por la impotencia de saber que casi 7 millones de sus familiares no tendrán la esperanza de regresar al país, y esa cifra se duplicará muy pronto. Es el precio que pagan por la ingenuidad de pensar que a un dictador se lo puede sacar con votos.

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