• Por Diego Marconatto
  • Profesor da la Fundação Dom Cabral, Brasil

Cuando pensamos en crecimiento, nor­malmente recor­damos cuestiones como mercado, ventas, procesos y productos, talentos, recur­sos financieros... Elementos prácticos, tangibles. Sin embargo, hay un elemento invisible, muchas veces completamente ignorado, que es la verdadera piedra angular del crecimiento: la cultura.

En una frase, la cultura son normas, valores y creen­cias compartidas. Esta es la definición académica dada por Edgar Schein, quizás el mayor estudioso de la cultura organizacional. Traduciendo esto a nuestra realidad prác­tica, la cultura es el “estilo” de la empresa, la forma en que ve el mundo y actúa en él.

La cultura es extremada­mente poderosa. Drucker, el papá de la administra­ción, ya decía que la cul­tura se come la estrate­gia en el desayuno. Esto se debe a que efectivamente “dicta” a la empresa y a sus colaboradores lo que es correcto e incorrecto, per­mitido y prohibido, deseable y reprobable. Y aquí está la clave: la cultura hace todo esto muchas veces a pesar, incluso en contra, de lo que exigen las reglas explícitas de la empresa. Así es por­que la cultura informa a todos, a un nivel afectivo y, frecuentemente, incons­ciente, cómo deben ser las cosas. Son creencias y hábi­tos profundamente arraiga­dos que llevan un tremendo poder inercial.

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Por eso, si tu estrategia no está alineada con tu cultura, ¡puedes olvidarlo! En esos casos, las reuniones de pla­nificación estratégica son poco más que un mero tea­tro, una pérdida de tiempo.

Es también por eso que es tan común que los cua­dros de misión y valores de muchas empresas solo sir­van para decorar la pared. Están completamente des­conectados de la cultura real que domina el ambiente.

La cultura es una de las dife­rencias entre la mayoría de las empresas de alto creci­miento y otras compañías. Esos negocios de alto ren­dimiento no solo conocen la importancia de la cul­tura, sino que la trabajan con intencionalidad.

Sus dueños saben que la cultura de su negocio será un reflejo de su carácter, de sus hábitos, en fin, del ejem­plo cotidiano y consistente que presentan a su equipo de colaboradores. Por eso, trabajan en sí mismos para transmitir valores fuer­tes e impregnar la empresa con creencias que fomenten y sustenten el crecimiento continuo.

En general, la cultura de las empresas de alto creci­miento está permeada por las siguientes realidades: una absoluta claridad de visión y propósito; enfoque en resultados; fuerte ambi­ción de crecimiento; obje­tividad (gestión basada en hechos); ambiente de alta confianza; resiliencia y per­sistencia; visión sistémica; meritocracia; apetito por el riesgo; gestión colaborativa.

Si quieres crecer, trabajar en tu cultura puede ser más importante que construir una buena estrategia.

La Fundação Dom Cabral, una Escuela de Negocios brasileña entre las 10 mejo­res del mundo según los ran­kings de Educación Ejecutiva del Financial Times, apoya cada año a miles de ejecuti­vos en esta misión.

Si tu estrategia no está alineada con tu cultura, ¡puedes olvidarlo! En esos casos, las reuniones de planificación estratégica son poco más que un mero teatro, una pérdida de tiempo.


La cultura es una de las diferencias entre la mayoría de las empresas de alto crecimiento y otras compañías. Esos negocios de alto rendimiento no solo conocen la importancia de la cultura, sino que la trabajan con intencionalidad.

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