Tenemos que entender que la Biblia es la revelación de Dios al hombre (quién es Dios) y la historia de la redención (cómo Dios salva), ese es su mensaje básico y su propósito primigenio. Es un libro que contiene salvación para nuestras almas y ahí nos enseña cómo tener paz con Dios. Romanos 5:1 dice: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Y Jesús dijo en Juan 17:3: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único y verdadero Dios, y a Jesucristo, a quien has enviado”. Acá podemos ver que es a través de Cristo y saber quién es Él que encontramos lo más preciado que pueda tener el ser humano: su salvación.

El apóstol Pablo, que fue el misionero más productivo de la primera Iglesia, nos dio su fórmula de cómo tener tanto éxito en el evangelismo. Él predicó en Corinto Grecia, cuna de la filosofía, y nos cuenta en su carta a los corintios en 1 Co 2:1-5: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo y a este crucificado.Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”.

Él conocía el poder de su mensaje basado en la obra de Cristo, él no trató de convencer con argumentos humanos ni lo acomodó para que sea más aceptable. Él sencillamente advirtió de la separación del hombre y Dios y dio la solución confiando plenamente en el “poder de Dios”. Ese poder no eran precisamente los milagros, Pablo mismo dice a qué se refiere en 1 Corintios 1:18: “Porque la Palabra de la Cruz es locura para el que se pierde; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. El poder de Dios no era su intelectualidad, ni su elocuencia, ni siquiera los milagros que hacía, el poder de Dios, como el mismo lo dice, era la “Palabra de la Cruz”, o sea, el mensaje del evangelio. Donde se predica fiel y claramente la Palabra de Dios ahí hay poder de Dios y esto es algo espiritual.

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Por la Palabra de Dios fueron hechos los cielos y la tierra, o sea, Dios habló y las cosas existieron. 1 Pedro 3:5 dice: “Estos ignoran voluntariamente que en los tiempos antiguos fueron hechos por la Palabra de Dios los cielos y la tierra…”. Pensemos en esto, Dios habló y fueron creados los universos, las estrellas, los planetas y todo lo que vemos, y Dios concentró este poder en 66 libros que tiene la Biblia.

La misma salvación es la Palabra de Dios, es lo único que puede hacer salvo al hombre. Santiago 1:18 nos dice: “Él (Dios), de su voluntad, nos hizo nacer por medio de la Palabra de Dios”. También 1 Pedro 1:23: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.

Sin predicación o exposición de la Palabra de Dios no puede haber vida espiritual y salvación. Hay que predicar, Dios hará lo que tenga que hacer.

¿Cómo podemos “soltar el león”? No perdiendo la oportunidad de hacerlo. Cada vez que tengamos la oportunidad de hablar citemos un versículo bíblico, ya sea que se trate de un enfermo, a un endeudado, a un desanimado, a un cumpleañero, en un aniversario, en una despedida, en cualquier oportunidad y que sea oportuno para la oración. Para que eso sea así tenemos que ser obedientes a Colosenses 3:15 que dice: “La Palabra de Dios more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortando unos a otros en toda sabiduría…”.

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